La segunda década de este milenio sigue su marcha al ritmo de su propio y muy peculiar tiempo, aquel con la velocidad que la pandemia ha impuesto, lo que nos genera a tantos una extraña sensación ante la imposibilidad de poder siquiera pensar en el futuro,  que nos encierra también en el día a día, acomodándonos apenas a las circunstancias que se nos van presentando.

Pareciera que la movilidad y el desplazamiento de la gente se ha venido acrecentando ante la relativa seguridad que las vacunas ofrecen con las necesarias medidas de prevención que debemos mantener para disminuir el riesgo de contagio sin dejar de ver que otros aún prefieren el resguardo para evitar al enemigo invisible que nos cambió la vida a todos e incluso a otros se las arrebató.

Una de las consecuencias en la actualidad y que vemos más presente en los medios, aunque se maneja con relativo bajo perfil, es el impacto que la pandemia ha propiciado en la salud mental de una enorme cantidad de gente en todo el mundo.

Se han publicado vivencias de personas afectadas así como estadísticas que coinciden en diversos lugares apuntando que tanto las mujeres como los jóvenes son quienes más han sufrido insomnio, angustia, depresión, miedo, temor y varios etcéteras de trastornos que acompañan al dolor de la partida de seres queridos, de las pérdidas de empleos, negocios, contactos, reuniones, convivencias y aquello que nos hace reconocernos como seres sociales.

Destaca mucho saber la afectación emocional que sufre la gente de bajos recursos, quienes  no tienen acceso a atenderse de la forma más adecuada para hacer frente a esos trastornos y que significa un aspecto adicional en el enorme reto de combatir la brecha de la desigualdad social.

Más allá de la oportuna intervención de los especialistas en los temas de la psiquiatría y psicología, mucha gente que transita o ha transitado en algún momento afectaciones a su salud mental por eventos, pérdidas o contingencias de diversa magnitud, coincide en resumir en una frase muy corta pero que define amplia y dramáticamente su realidad: “Vivir duele”. Ello conlleva la enorme lucha que se debe enfrentar en el propio interior de la persona y que requerirá de orientación, atención e inclusive medicación para superar el respectivo trastorno y combatir aquellas ideas negativas que pueden llevar hasta algo sin solución, el suicidio.

La salud mental debe abordarse cada vez con mayor objetividad, atención y comprensión, para que sea, en la mayoría de casos, apoyo en las situaciones transitorias que le permitan a la gente afectada reencontrar de nuevo el alto valor que la vida tiene por el propio y simple hecho de estar vivos.

No es ninguna novedad saber en los tiempos actuales, que una enorme mayoría  enfrenta circunstancias adversas y que debe realizar esfuerzos adicionales para encontrar, tanto soluciones a una enorme diversidad de problemas como mecanismos para superar afectaciones que han llegado por las circunstancias y que les colocan en el interior de largos túneles tan oscuros que no permiten ver con la claridad necesaria para alejar el dolor y recuperar el optimismo, tan necesario para vivir mejor en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProa

Google News