No pretendo hablar de lo que significa para la especie humana alcanzar esa edad de aparente madurez física o legal, los 18 años, en la que “supuestamente” se transita a una cierta “estabilidad” emocional, mucho menos quiero iniciar una enumeración de ese sinfín de ideas preconcebidas alrededor de los “comportamientos deseables” de un individuo que ya ha alcanzado esa mayoría de edad, en la que, a decir de muchos, cualquier cantidad de cosas se “resuelven o liberan”.

No es intención de este espacio poner en riesgo su sinceridad con un ejercicio de catarsis respecto de aquello que pretende ser un hito -de muchos- alrededor de la construcción de la madurez humana, más bien quiero traer algunas afirmaciones, supuestos e ideas preconcebidas de nuestra cultura y usarlas para una analogía que hoy considero oportuna con motivo del aniversario del Aeropuerto Internacional de Querétaro, la casa y tránsito de muchos queretanos, connacionales y extranjeros, que por placer, negocios o algún otro motivo se apropian de él momentáneamente para salir o llegar a través de él.

Esta analogía en realidad pretende sentar las bases de algo que me ha resultado no solo evidente en una organización, sino por demás poderoso, la Planeación Estratégica, este ejercicio que, según expertos como Michael Porter, consiste -sin tecnicismos- en definir la posición estratégica de la empresa respecto a sus clientes, a su competencia y sobre todo a la clarificación de los productos o servicios que oferta.

Para iniciar la analogía, me interesa poner en perspectiva que el cumplir una “mayoría de edad” si bien puede resultar liberador, también lo puede ser muy comprometedor; se esperaría, por ejemplo, alcanzar un nivel de conversación enérgico pero sensato, apasionado, pero realista, formal y profesional pero sumamente empático; es decir, en resumen, un nivel de comunicación que refleje la entrada a un mundo profesional y a la adultez sin perder la esencia.

Por otra parte, comprender la posición de la empresa implica hacer un ejercicio de introspección al interior de sí misma, apoyado en herramientas que identifiquen debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas, junto con un ejercicio, al exterior, de identificación de la posición que se guarda respecto a los competidores y en el mercado. Es un proceso tanto endógeno como exógeno que debe abordarse. Se espera que una empresa madura asuma este proceso con disciplina y bastante objetividad, ambos, comportamientos que indican madurez.

Tener una visión de futuro, una posición con base en las propias capacidades y la identificación de aquellos diferenciadores que vuelven única a la organización es tanto como, querer tener una idea clara de lo que se desea, a los 18 años, hacer con la vida -no es simple y típicamente pocos pueden afirmar saber lo que quieren a esa edad-, pero esa es la idea.

Madurar, alcanzar la mayoría de edad es sin duda una gran oportunidad para cuestionarse, para definir un rumbo, para asumir compromisos con uno mismo y, sobre todo, para atreverse a sobrellevar las dificultades y retos cotidianos con entereza y con la claridad de que lo vivido previamente es la antesala de algo mucho más grande y trascendente. Eso es lo que puede significar lo que es ser mayor de edad, cuando se encuentra el propósito y uno se compromete con él.

@Jorge_GVR

Google News