La Universiada Nacional 2018 finalizó este miércoles y me ha dejado mucho qué pensar, respecto a su importancia y  a quienes deberían participar en ella. Siempre se habla de la falta de apoyos, pero muy poco se habla de los apoyos que se dan a quien no se los gana. Este nacional me dejó una interrogante, ¿cuál es la verdadera esencia de la Universiada? Siempre he defendido la formación de una persona en lo académico y en lo deportivo, pienso que ambas partes son vitales en el desarrollo de un ser humano. Sin embargo, la diferencia entre universitarios que compitieron en el pasado nacional es descomunal.

Por un lado, tenemos a atletas que poseen marcas mexicanas, que inclusive en este nacional impusieron un récord universitario, atletas que han asistido a campeonatos internacionales, algunos a los Juegos Olímpicos como seleccionados nacionales y sus universidades les otorga las facilidades para poder cumplir con sus obligaciones como estudiantes.

Por otro lado, tenemos a atletas que tienen que cumplir con lo académico antes que con lo deportivo, atletas  logran colarse en el medallero nacional, pero regresan con materias reprobadas porque los catedráticos no apoyan la causa deportiva, además de que la mayoría de ellos trabaja para solventar su educación.

Finalmente, están los alumnos que van de paseo a una Universiada, jóvenes que no pasan un proceso de selección y que por la simple razón de que nadie más los reta en su prueba, en su categoría, consiguen un primer lugar en su región y, por ende, un lugar en el nacional. No es su culpa, los parámetros de Condde no son tan rígidos y prácticamente cualquiera puede asistir a un nacional.

Por eso no he podido descifrar, ¿cuál es la verdadera esencia de la Universiada Nacional?, una competencia tan dispareja no sólo en el nivel, sino en lo mental; porque se pudiera pensar que para algunos es un simple trámite, para otros lo es todo y para unos cuantos son unos días de paseo.

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