En su libro Justicia ¿Hacemos lo que debemos?, Michael J. Sandel cuenta la siguiente historia: un tren se queda sin frenos. El conductor se percata de que hay cinco personas paradas en la vía a las que seguro va a arrollar, pero también se da cuenta de que si da vuelta a la derecha allí solamente hay una persona en la vía a la que arrollaría. ¿Qué debe hacer?

La mayoría de las personas a quienes se preguntó lo anterior respondieron que es mejor sacrificar a uno que a cinco. Y sin embargo, no necesariamente es así nos dice el autor, pues las elecciones morales no pasan por la cantidad de muertos ni por lo que parece normal a primera vista, sino por las consecuencias a largo plazo para toda la sociedad.

Traigo esto a colación por el dilema que nos está presentando el coronavirus entre salud o economía, es decir, entre obedecer la consigna de quedarnos en casa para parar los contagios o seguir con nuestras actividades diarias sin las cuales no ganamos para vivir. El dilema parecería ser el siguiente: ¿cuál muerte eliges? ¿por enfermedad o por hambre?

Y sin embargo, la decisión no es personal, porque lo que cada uno decida afecta a toda la sociedad.

En India, Malasia y Filipinas la policía y el ejército obligan a las personas a quedarse en su casa, porque las autoridades eligieron la salud. En Estados Unidos, Suecia y Brasil eligieron la economía, aunque hace unos días Trump se arrepintió.

La razón para defender la economía por encima de la salud la explicó así Bolsonaro: Brasil no se puede detener. Y es que la situación de pobreza y de violencia es ya de por sí tan brutal, que mandar a todo mundo a su casa la va a exacerbar y después, cuando esta pandemia termine, no habrá forma de echar para atrás las cosas ni siquiera al nivel en el que están ahora. Por eso, si bien sabe que el coronavirus llevará a muchas muertes, considera que lo otro terminaría por llevar a muchas más.

He aquí dos maneras extremas de enfrentar el mismo problema. Se trata de un dilema tremendo en lo moral, lo social y lo económico. ¿Escoger el encierro para que haya menos muertos aún a riesgo de la debacle económica? ¿O escoger que la vida siga aunque haya muchos muertos pero así salvar la economía de todos?

Según lo planteado por Sandel, la respuesta mayoritaria está siendo la de que menos muertos es mejor, ¿cómo saber si es la adecuada?

Porque la verdad es que no tenemos idea de lo que va a pasar. Ni siquiera podemos saber en qué van a desembocar las cosas si se elige cualquiera de los dos caminos: si sigue el camino de la salud, ¿de verdad va a resultar en menos muertos? Y si se sigue el camino de la economía, ¿de verdad va a resultar en menos desastre?

Hasta hoy casi nadie parece atreverse a contradecir lo que decidieron los países ricos y el organismo mundial de la salud, pero las consecuencias de estas decisiones no las podemos preveer.

Entre nosotros, el discurso de la 4T se sustenta en la idea de que por el bien de México primero los pobres. Y sin embargo, las medidas que se están tomando les hacen mucho daño a los pobres, porque estos son los que menos se pueden encerrar y los que menos pueden perder sus empleos. Y eso es lo que les está sucediendo. Y lo peor es que esas medidas le harán daño también a los menos pobres y hasta a los ricos, porque vivimos en una cadena en la que cualquier eslabón que falle arrastra a los demás.

Hace unos días, una lectora me escribió que yo era una provocadora. Lo decía como insulto, pero por mi parte lo considero un elogio. Por eso quise plantear este dilema, para darle la vuelta a los lugares comunes y a las respuestas prefabricadas que parecen las “lógicas” y las “correctas”. ¿Cuál es el camino a seguir? No sabemos. ¿Qué va a pasar si transitamos por uno o por otro? No sabemos. ¿Cómo van a quedar el mundo y el país después de esta pandemia? No sabemos.

Investigadora en la UNAM

Google News