La calidad y la búsqueda de equilibrio en el Periodismo, tanto en los géneros informativos como opinativos, llevan a construir la credibilidad en esta profesión.

No basta con tener un espacio en radio, televisión o prensa escrita, ni tener habilidades de oratoria en la comunicación verbal. Para una trayectoria, prestigio y conseguir el respeto como los de Miguel Ángel Granados Chapa, Julio Scherer García, Jesús Blancornelas, Ana Lilia Pérez o Daniela Pastrana, se requiere cuidar y defender la credibilidad.

Desde finales de 2018, han incrementado el # de personajes que han preferido el ataque visceral-emocional, la crítica sin sustento, editorializar antes que verificar, menospreciar el equilibro o la imparcialidad en la información, en vez de cuidar su credibilidad. Han caído en la “chumelización”, término propuesto tanto por el periodista Alberto Nájar  como por el usuario de Twitter, Héctor Alejandro Quintanar.

La palabra alude a actitud y comentarios propios de un individuo con aspiraciones de periodista (conocido como “Chumel” Torres), que le ha apostado a la sátira y el humor en sus comentarios. Si alguna vez tuvo credibilidad, ésta ha caído sin freno. 
Ha sido exhibido y cuestionado en Twitter por sus errores, falta de contexto, misoginia y más. Se ha degradado a niveles de suelo.

Al igual que “Chumel”, un sector de la comentocracia ha perdido, mínimo, la brújula. No solamente han dejado de ser referentes en la “opinión pública”, sino que su protagonismo y afán de crítica hacia el gobierno federal los han llevado al ridículo.

Con tal de contribuir a una narrativa, sin datos o argumentos de peso, ni asidero en la realidad, caen en la obviedad, un “nado sincronizado” de post y tuits en redes sociodigitales (con hashtags y frases emocionales) que da pena.

Lo ha sido durante la pandemia por Covid-19. Pero uno de los momentos más recientes y penosos, ha sido el intento de narrativa sobre la inconformidad de la comunidad académica del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y los problemas al interior.

Fuera de toda comparación y proporción, sin elementos verificables, han querido comparar la represión del gobierno de Díaz Ordaz hacia el movimiento estudiantil de 1968, con lo que ocurre actualmente alrededor del CIDE.

Sin la presencia del ejército para reprimir estudiantes, a casi 70 días de las primeras manifestaciones y exigencias de un diálogo para aliviar la “tensión” en el periodo de José Antonio Romero Tellaeche como director interino, por el cúmulo de errores de él y la Directora de Conacyt, Álvarez Bullya, la causa #YoDefiendoAlCIDE y las protestas no tienen indicios de asemejarse a un 68, por donde se le quiera ver.

Artículos de opinión de la comentocracia, la cobertura mediática, más la presencia de otros personajes o colectivos polémicos por su anti-obradorismo y sin necesariamente relación laboral o académica con el CIDE, han ensombrecido las legítimas exigencias de mejora por parte de la comunidad.

En el debate público también ha aparecido la infodemia. Si bien integrantes de la comunidad tienen razones para expresar su molestia y salir a las calles, por falta de disposición al diálogo de Conacyt y autoridades competentes en el gobierno federal, esto no impide ver “el bosque”: existe un problema histórico de manejo de recursos públicos al interior del CIDE, más personajes polémicos con liderazgo tras el telón, quienes no desean perder espacios de poder y más relacionados con el CIDE.

En este tema y otros, usted decide en qué periodista y medios confía con la información.

Periodista y profesor de la UAQ

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