Hitler fue nombrado canciller imperial de Alemania en 1933. El Tercer Reich gobernó con un partido único, basado en la autocracia de la ideología nazi. Aseguró la neutralidad de la Unión Soviética, gobernada por Stalin, y comenzó su

ofensiva contra Europa. 
Conscientes de esta situación, con el pretexto de realizar mantenimiento del edificio, el Museo de Louvre cerró sus puertas el 25 de agosto de 1939. Durante tres días, las piezas más importantes de su colección fueron embaladas en 1862 cajas de madera y transportadas en 203 vehículos a un castillo en Chambord. Cientos de ciudadanos, comprometidos y valientes, realizaron esta mudanza. Las cajas tenían símbolos: un círculo amarillo para las obras valiosas, verde para las importantes y rojo para los tesoros de la humanidad, como la Mona Lisa.

Cuadros inmensos, como La balsa de la Medusa, pintura de Théodore Géricault, se transportaron en camiones de plataforma, sin caja. La Victoria alada de Samotracia, bien cobijada, fue transportada el 3 de septiembre. Muchas familias protegieron obras de arte en sus casas de campo y refugios antiaéreos. Tuvieron que mover las piezas de una ciudad a otra conforme el ejército nazi invadía estas plazas y dejaba caer las bombas sobre edificios públicos, escuelas, casas e iglesias.

Los franceses que crecieron con la conciencia del valor del arte no dudaron en exponer sus vidas para proteger obras creadas siglos atrás por grandes maestros. Algunos se dedicaron a realizar inventarios y seguir la trayectoria de cada colección, de bodega en bodega. Sabían que cada pintura y escultura significa una época, mantiene vivo un legado, trasmite ideas y emociones que sintetizan los pensamientos de miles de personas.

La espléndida película El jilguero, de 2019, dirigida por John Crowley, es una adaptación de una novela de Donna Tartt, sobre el valor de una pequeña pintura del siglo XVII, que sobrevive a un ataque terrorista con bomba en el Metropolitan Museum de Nueva York. El actor principal es Ansel Elgort. Nicole Kidman está en el reparto. Vela y luego me cuentas tus impresiones.

En Kiev, Ucrania, en junio de 2022, los ciudadanos rodearon sus monumentos con costales de arena. En la gran plaza frente a la iglesia de Michael, un conjunto de esculturas tiene al centro a la princesa Olga, quien gobernó la región en el siglo X con tal acierto que fue canonizada. Su pueblo quiso dejar un testimonio para el futuro. Hoy es ese futuro.

Las obras de arte son víctimas de la guerra. Para defenderse, no tienen más armas que su belleza. Son los guardianes de la historia, que la conservan en mármol, papel, notas de música. Al contemplarlas, el ser humano más rígido se estremece, al darse cuenta de su trascendencia.

El mundo vive épocas convulsas, estallan bombas de información dañina, nos sentimos heridos. Hay que proteger el espíritu con costales de fortaleza, hay que resguardar el alma, lo más sagrado que cada quien tiene. La arena con que tú llenas tus sacos está al alcance de tu mano: son tus recuerdos felices, la voz de tus amigos, los besos de tu madre.

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