Muchas de las cosas que están pasando en los últimos meses, me hacen pensar que algo importante está sucediendo en México, que tiene que ver con la construcción de ciudadanía. En todos lados, en cualquiera de los círculos en los que nos movemos, podemos escuchar comentarios respecto de lo que sucede en nuestro país y, opiniones a favor y en contra, de cómo está actuando nuestro gobierno en cada uno de los grandes temas nacionales: seguridad, política social, corrupción, crecimiento económico, aeropuertos, etc. Las marchas del pasado domingo en muchas ciudades del país, son un fiel reflejo de ello: ciudadanos que muestran su inconformidad con la forma en que está actuando el gobierno y exigen ser escuchados. Sin embargo, afortunadamente, ya nadie cuestiona el que el gobierno en funciones está ahí porque logró en las urnas un amplio respaldo electoral. Y eso, también resulta muy importante.

Una primera reflexión es que nuestra democracia electoral se encuentra ya bastante consolidada. Que en México el voto cuenta y se cuenta bien. Que nuestras tasas de participación electoral son comparables a las de las democracias avanzadas. Que la autoridad electoral goza de respeto y prestigio. Y, que los resultados que arroja la elección, ya no son cuestionados y son aceptados por todos.

La segunda reflexión es que nuestro país necesita ampliar las vías de participación ciudadana en los asuntos públicos. Los problemas de la ciudadanía se resuelven con más ciudadanía. Si los ciudadanos desconfían de los gobiernos, hay que transparentar más la función pública y ponerla bajo la lupa ciudadana.

Tenemos que utilizar las herramientas que ya establece nuestra legislación. Por ejemplo, la consulta popular, que debe ser organizada por la autoridad electoral y no debe de desvirtuarse con “consultas a modo”, organizadas por el propio gobierno, que lo que buscan es aparentar que cuentan con el respaldo ciudadano en decisiones de políticas públicas que ya fueron tomadas mucho antes de la consulta. Sólo con más participación de los mexicanos en los asuntos que son de todos podemos fortalecer nuestra democracia.

La tercera reflexión es que México requiere una transformación de fondo para restaurar la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas. Sólo por poner un ejemplo con un dato muy significativo y preocupante: 6 de cada 10 ciudadanos no denuncian el delito, principalmente, porque creen que no sirve de nada. Claramente, nuestro país requiere de la instauración de una nueva cultura de la legalidad. Esta es una lucha que se debe dar en el salón de clases, en los hogares, en las calles. Tiene que ser un esfuerzo colectivo para rechazar la corrupción, denunciar el abuso y, sobre todo, respetar la ley. México exige de cada servidor público y también de cada ciudadano un compromiso con la legalidad. Sólo así podremos desterrar la impunidad que tanto lastima a los mexicanos.

Como podemos ver, a la par de los avances, hay enormes retos para construir una ciudadanía más vigorosa. Lo que falta, creo yo, es que todos nos comprometamos. No hay democracia sin demócratas. Y ser demócrata significa respetar las leyes y las instituciones que entre todos hemos construido para que la sociedad mexicana siga confiando en las elecciones y participando en ellas. Y, a la par de ello, ser más exigente con las autoridades que de ellas emanen.

La gente quiere más democracia y mejores gobiernos. Hay un despertar ciudadano que augura buenas cosas para nuestro país. Los gobiernos deben estar atentos al mensaje de los ciudadanos, de otra manera pagarán las consecuencias. Quien tenga oídos, que escuche. Quien no, que lo pague en las próximas elecciones.

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