La paz no se limita a la ausencia de violencia. Por tanto, la discusión acerca de la violencia de género necesita ser incorporada a una visión más integral: la construcción de paz con perspectiva de género. Se trata de partes del sistema íntimamente relacionadas, pero no idénticas. Unas atienden lo que se conoce como paz negativa (ausencia de violencia y miedo a la violencia), las otras atienden la paz positiva (la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a las sociedades pacíficas [IEP, 2019]).

Podríamos decir que hay varias perspectivas desde las que este tema puede ser abordado. Desde una de ellas, la violencia contra las mujeres procede de las estructuras económicas, políticas y sociales, así como las relaciones de poder existentes. Estamos hablando de factores sistémicos que producen, reproducen y alimentan la desigualdad de género y resultan en circunstancias que ya en sí mismas, constituyen violencia y que se manifiestan independientemente de las cifras de violencia directa.

Hay una segunda perspectiva basada en datos. Por ejemplo, la evidencia muestra que tanto la violencia doméstica como la violencia de género se correlacionan altamente con la violencia asociada al crimen organizado en países como el nuestro, y con otros tipos de conflicto armado o guerra en países distintos. Pero vale la pena mirar un panorama más amplio.

Propongo emplear dos índices globales del Instituto para la Economía y la Paz (IEP) y contrastarlos con el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres (WPSI) 2019 de Georgetown. Los tres índices evalúan a más de 160 países en el globo a través de indicadores relacionados, pero no iguales.

Una primera conclusión la aporta el IEP cuando encuentra que, aquellas sociedades que presentan un mejor desempeño en cuanto a las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz, son justamente las sociedades con menores niveles de violencia en el mundo. Y precisamente, uno de los indicadores que miden las estructuras de paz es la igualdad de género. Pero si revisamos el WPSI, esto se revela aún con mayor claridad. Las medidas destinadas a mejorar el bienestar de las mujeres, su estatus en la sociedad, su inclusión, integración, derechos y oportunidades, tienen un impacto directo en la reducción de la violencia doméstica y en la violencia armada en esas sociedades.

Más aún, los mismos seis países más altos en el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres, son justamente los seis más altos en el Índice de Paz Positiva del IEP, que son, además, seis de los 10 menos violentos en el Índice de Paz Global. A la inversa, los seis países más bajos en el Índice de Paz y Seguridad de las Mujeres, están entre los 10 países más violentos del planeta en el Índice de Paz Global. Esto es, la inclusión, el empoderamiento, la promoción de los derechos y oportunidades de las mujeres parecen tener un impacto estadístico directo y significativo sobre la reducción de la violencia en los países evaluados.

Desde donde se le quiera ver el tema importa porque señala algunas direcciones en las que tendríamos que ir caminando desde ya. Las medidas para reducir y erradicar la violencia de género deben venir acompañadas de estrategias de corto, mediano y largo plazo para promover el bienestar, el desarrollo, la integración económica y social, las oportunidades y los derechos igualitarios de las mujeres. La evidencia muestra que el hacerlo, no solo nos volverá menos violentos, sino más pacíficos.

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