Hasta hace poco me cabía una duda: ¿Era yo un mañoso agarra manos o la facilidad que tenía para “predecir” el futuro me estaba agradando? Razonando, me incliné por lo segundo, porque la agarrada de mano para leer el futuro incluía a maestros, administrativos y algunos de los jugadores del equipo de futbol americano. 
Semanas antes había caído en mi poder, no recuerdo por qué medios, un libro de El Futuro está en tus manos con varias ilustraciones que guiaban al lector para hacer la predicción del porvenir a través de las líneas de la palma de la mano; aunado a esto, por aquel tiempo, frecuentaba nuestra casa una amiga proveniente de Monterrey, cuya mamá tenía su propio consultorio de Lectura de Cartas, así que esta niña conocía todos los secretos de la Baraja para “predecir” el futuro y por largos ratos me explicaba lo que significaba el sacar tal o cual carta en combinación con otras u otras.

Honestamente ambas técnicas: la lectura de mano y la de las cartas no representaban para mí más que la oportunidad de pasar el rato, nunca he creído en eso. 
En ese entonces mis amigos estaban haciendo su servicio social en la Cabina de Sonido Ambiental del ITRQ, yo no lo podía realizar porque aún no había cubierto los créditos, pero ahí estaba siempre de acomedido.

Empecé leyéndole la mano a nuestras amigas, pero con buena intención. Lorena, que era por aquel entonces una de las chicas más guapas del Tec, e integrante de nuestro círculo de amistades, era muy asidua, le gustaba consultar lo que las cartas pudieran decirle, pero yo le aconsejaba que también consultáramos su mano, que era donde mejor se leía su  porvenir. Obviamente esto me acarreaba la envidia del montón de chicos que la pretendían.

A veces la fila para las “consultas”, en la Cabina de Sonido Ambiental, incluía hasta a las señoras de la limpieza. Generalmente los problemas que me planteaban mis consultantes eran diversos, las chicas generalmente se enfocaban a las cuestiones amorosas; un chico vino a ver si las cartas le podrían orientar sobre si tomar o no una beca en una universidad gringa; una de las señoras de la limpieza dudaba si debía aceptar al padre de sus cinco hijos de regreso en casa, después de una larga estadía en tierras texanas. La lectura le sugirió prudencia. Las cartas fueron muy certeras en esa ocasión, ya que después la señora me comentó que su compadre, quien había acompañado en la aventura  a su marido, pudo constatar que la Sota Moza (el 10 de corazones) que apareció en la lectura de cartas era una guapa gabachita con quien el marido tenía un par de niños texanos y con quien se había enemistado, la chica lo delató y la Migra lo deportó en un dos por tres.

Había consultas de toda índole pero nunca nadie se fue con una noticia negativa (primer premisa de un lector del futuro). Sin lugar a dudas el caso que más llamó mi atención y en el que las cartas y la mano recibieron una ayudadita de la vox populi, fue el de una maestra a la cual su apariencia y su actitud la delataban como una persona con muy baja autoestima.

Fue a verme como que no quiere la cosa, en su calidad de ingeniera en electrónica y fue a “verificar” que el equipo de la Cabina trabajara dentro de los parámetros normales. Me preguntó que si yo leía la mano a lo que respondí que hacía lo que se podía y que complementaba con las cartas. 
Me pidió que se las leyera pero que no lo fuera a comentar nunca con nadie. Levanté solemnemente la mano derecha y lo juré. Las líneas de su mano delataban un talento enorme para explicar, moderar, instruir; definitivamente debía de dar clases. Las cartas por su parte le “hablaban” de oportunidades futuras, siempre y cuando mostrara su mejor imagen, un cambio de apariencia le vendría bien para salir de la rutina.

Era un secreto a voces que sus largas faldas de franjas horizontales de varios colores y sus blusones por demás holgados la hacían ver un tanto cuanto desaliñada. Que el hecho de no peinar su cabello y sujetarlo con una liguita solamente, no usar ni gota de maquillaje y sus lentes a lo “Gatubela” le restaban puntos en apariencia.

No quiero decir que a partir de ahí realizó un cambio total, pero sí se asesoró con algunas amigas y cambió un tanto su “look”. Empezó a usar ropa más acorde a su edad y a su figura (¡Qué figura!). Se empezó a peinar y agregó un moño a la liguita. El rímel, el delineador y un poco de polvo hicieron lo suyo.

Enterada de sus talentos docentes solicitó horas frente a grupo y si no le fue excelente, sí hacía un papel bastante decoroso. Lamentablemente le perdí la pista ya que al siguiente semestre, envalentonada con su nueva personalidad, se cortó el cordón que le unía a nuestra escuela y fue aceptada en una universidad particular que iba a iniciar actividades en Querétaro.

Hace algunos años la busqué en el Face. Encontré a una persona con su nombre, sí parece ser ella. Hasta donde se alcanza a ver es una señora jubilada, con fotos de hace dos o tres años sentadita en un sillón ejecutivo como de directivo de alguna escuela. ¡Quién la viera! Qué tal que aquella tarde, ya casi noche del otoño de 1975 no hubiera ido a checar el equipo de la Cabina de Sonido Ambiental. Pero no… no… las cartas y eso de la lectura de la mano son una tomada de pelo… ¿o no?

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