“Los dos mayores tiranos del mundo:
la casualidad y el tiempo”

Johann Gottfried Von Herder

Genaro García Luna era, prácticamente, un lugar común en el vox populi en torno a las historias de la mafia mexicana, particularmente, del Cártel de Sinaloa.

El hecho de haber pactado con los capos, empoderado desde el gobierno de Calderón, es algo tan trillado en su versión pública, más bien popular, que hasta parece, de pronto, el personaje de algunas famosas narcoseries.

De García Luna se dicen muchas cosas, desde su vínculo corrupto con empresas privadas de seguridad y espionaje, un supuesto secuestro de los Beltrán Leyva, su montaje contra Florence Cassez, su continua violación a los derechos humanos y hasta su parco carácter que lo imposibilitaba, casi, a un buen trabajo en equipo… Empero, ya en tribunales, a pesar de múltiples evidencias documentadas por excelentes y experimentados periodistas, nada se ha podido probar.

Los dichos, falsos o reales, sobre García Luna tampoco son nada nuevos, ya desde el sexenio de Calderón se sospechaba, incluso, del apoyo del Cártel de Sinaloa que con su, en aquel entonces, brazo armado en Jalisco coadyuvaba con las fuerzas armadas para exterminar a los Zetas en Tamaulipas y la zona norte de Veracruz.

Evidentemente, el supersecretario no estaba huyendo de la justicia, no parece tener miedo quien es sorprendido con su tarjeta de residencia gringa en la cartera, de tenis y sudadera, a punto de abordar su deportivo y manejar a donde se le antojase por los caminos de Texas… ¿qué fue lo que cambió?

Los cargos contra García Luna no parecen sacados de la chistera, a diferencia de otras jóvenes e inexperimentadas democracias, en los Estados Unidos ni una fiscalía ni mucho menos una corte se arriesgarían a un ridículo monumental al detener a un personaje de ese calibre y salir con una batea de babas.

Parece, más bien, que el expediente contra García Luna se fue armando desde hace muchos años y que también desde hace muchos años estaba listo para usarse justo en el momento necesario.

Nadie confirmará que la visita de William Barr, hace unos días, pudo tener un gran peso en la decisión, ni todas las mañaneras del mundo podrían hablar de un secreto de Estado y entre Estados de semejante tamaño.

Empero, no deja de llamar la atención, sin tocar que la noticia se difunde el mismo día que se acuerda el T-MEC, que el arresto beneficia a ambos mandatarios.

A Trump, le queda perfecto para el discurso de acabar con los cárteles de droga, evidentemente hay un problema cuando un funcionario del tamaño de García Luna estuvo involucrado en el narco… Y hay una solución cuando, gracias a Trump, ya se trabaja “en conjunto” para erradicarlo.

A López Obrador, le favorece todo, desde su altura y fuerza política para el trabajo conjunto con los gringos hasta para hacer temblar de pavor a sus “adversarios” que con esos tratos parecen, más bien, enemigos.

DE COLOFÓN

La pintura está fea, pero más feo es escuchar resucitar la homofobia como si hubiéramos retrocedido 20 años.

Google News