Perenne provisionalidad. El sistema electoral mexicano —y en particular la zona de la propaganda de los partidos— continúa en obra casi 20 años después de que el presidente Zedillo llamó reforma política ‘definitiva’ a la que acordó en 1996 con la oposición para consolidar un dadivoso régimen de financiamiento de los partidos. También se dio entonces un paso adicional a los acordados antes con la creación y la evolución del Instituto Federal Electoral (IFE), a partir de 1990, con el presidente Salinas, a la ‘ciudadanización’ de ese órgano, que no tardó en volverse a ‘partidizar’.

No obstante aquella pretensión presidencial, no ha habido sexenio subsiguiente sin nuevas reformas a las reformas, y ya el líder del PRI en la Cámara de Diputados, César Camacho, le habló ayer a EL UNIVERSAL de un nuevo cuerpo de reformas en curso. De las más llamativas en épocas recientes, han sido, las relacionadas con la presencia de los partidos en radio y televisión. Y, entre ellas se destaca la que creó en 2008 el llamado “modelo mexicano de comunicación política”, fruto —como lo ha escrito Lorenzo Córdova— “de un amplio proceso de cambios constitucionales, legales e institucionales, iniciado en 1990, en virtud del cual se han logrado las condiciones de equidad de la competencia política en las últimas cuatro décadas”.

Más cauteloso que Zedillo, el actual presidente del Instituto Nacional Electoral (INE) no llamó ‘definitiva’ a la reforma que sacó del mercado la publicidad de los partidos en los medios, sino que sólo la calificó como “un avance significativo en la edificación de una nueva relación de los partidos políticos, los medios de comunicación y el Estado”. Nada asegura, sin embargo, a la vista de la controversia de estos días, la permanencia de esta legislación, en un campo normativo condenado a una perenne provisionalidad.

Beltrones, Anaya, AMLO. El estudio de Córdova abunda en que “uno de los grandes logros de la reforma electoral 2007-2008” radica en que “ha permitido garantizar los derechos y prerrogativas de los partidos políticos en las contiendas electorales con independencia de su capacidad de compra de publicidad electoral”.

Pero un tema surgido ahora en este debate interminable no pone en cuestión aquellas prerrogativas de los partidos, sino el uso que hacen de ellas los presidentes del PAN (Anaya) y de Morena (López Obrador), a juicio del presidente del PRI (Beltrones), para autopromoverse, los primeros, como candidatos presidenciales, en actos anticipados de campaña, explotando un vacío de aquel celebrado modelo mexicano de comunicación política.

Ya se verá si el PRI logra esta vez la mayoría parlamentaria que le permita corregir ese vacío. Pero el momento ilustra lo ilusorio de toda pretensión de permanencia normativa en un campo tan cambiante, el de la comunicación, y tan volátil, si además se le agrega el apellido de política.

Salto mortal. Un rápido análisis del discurso —textual y escenográfico— de AMLO en los espacios publicitarios que le corresponden por ley a su partido, Morena, no deja dudas de que se trata de actos anticipados de campaña: ilegales o no, o explotando o no un vacío regulatorio. Y el uso de su imagen personal en los tiempos del PAN, pone a su líder en una condición semejante.

Pero constituye un doble salto mortal equiparar sus spots de propaganda explícita —en tiempos recibidos del Estado para la contienda electoral— con la visibilidad ganada —en los espacios destinados por los medios a la información— por el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, a partir del valor informativo que suponen sus desplazamientos para vencer las últimas resistencias a las reformas a la educación.

Primero está el salto de la lógica del valor publicitario —que deciden los actores políticos— a la lógica del valor informativo, que deciden los medios. Y luego está el salto de la comunicación política a la comunicación de gobierno, un nuevo campo de estudio y de análisis, éste, sobre el que habrá que volver.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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