El pasado fin de semana México rebasó las 50 mil muertes por Covid-19, convirtiéndose así en el tercer país del mundo con el mayor número sólo por debajo de Estados Unidos y Brasil.

La tasa de mortalidad es alarmante, pues representa más del 10%, cuando otras naciones como China, cuna del virus, reportó sólo una tasa del 5%. Asimismo, estamos a poco de alcanzar el medio millón de contagiados y las cosas no pintan mejor.

Frente a esto, el titular del Ejecutivo Federal realizó un acto cívico en Palacio Nacional, que consistió en un mensaje para los familiares de las víctimas y una ceremonia de toque de queda. No obstante, más allá de los simbolismos, lo que resalta son sus palabras, afirmando que su administración ha actuado con “responsabilidad y profesionalismo” frente a la pandemia.
Manifestaciones que contrastan con la cruda realidad y el entorno de zozobra que vive el país, pues además de la situación sanitaria, está el contexto económico cuya recuperación no se ve en corto plazo.

La negativa de aplicar pruebas para la detención temprana del virus, así como la resistencia de usar cubrebocas, han sido sólo algunas de sus incongruencias y vacilaciones. Aunado a ello, la pérdida de credibilidad de su principal exponente y al parecer, estratega de primera línea, López Gatell, ha provocado desorden y falta de coordinación; desde el hecho que varios gobernadores han solicitado su renuncia, hasta el punto en que la población ya no sigue sus recomendaciones.

No es casualidad, pues los efectos de un plan sin estrategia, con toma de decisiones casi al azar y atendiendo más el entorno político, social y mediático que a los números, ha dejado un escenario catastrófico, con discusiones banales sobre la comida chatarra o los efectos nocivos del refresco, hasta la continua rifa del avión…que no incluirá el avión.

Por otro lado, está el abandono de los trabajadores del sector salud, quienes no cuentan con los recursos y elementos suficientes para llevar a cabo su trabajo. Tal es así, que en varios estados de la república se han presentado manifestaciones de todos los institutos, estatales o federales.

No obstante, el presidente sigue optimista y muestra una postura relajada ante la situación, “sereno” como él muchas veces dice; argumentando que se han destinado más de 35 mil millones de pesos para el problema y que no se ha negado la atención a nadie, lo cual desde mi punto de vista sería el colmo, ya que la salud es un derecho fundamental que no sólo la Constitución, sino varios tratados internacionales, ya reconocen.

Seamos claros, el problema no es mediático o de percepción, sino de eficiencia, pues seguimos sin llevar una estrategia. El gobierno federal está desconectado y distante de los gobiernos locales, y el entusiasmo que muestra el presidente más bien refleja un nerviosismo ante un panorama incierto.

En este sentido, parece que el gobierno vive en una burbuja de resignación, como si la cifra de muertos ya hubiese sido previamente aceptada; lo que representa una postura insensible y carente de humanidad, ante el dolor que están sufriendo miles de familias.

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