Coraje, pena, impotencia, frustración etc., etc., etc. Lo sucedido el domingo por la tarde en el estadio La Corregidora, da para estos y muchos más adjetivos y sentimientos.

Esto que muchos calificaban de una mala racha, sin duda alguna se ha convertido en una grave crisis de la que será muy complicado salir adelante; una crisis que sin duda alguna tiene su origen desde los escritorios, esos en los que trabaja una directiva a la que le ha quedado muy grande llenar las expectativas básicas de un equipo de Primera División, para muestra… bastan cuatro jornadas.

El equipo queretano mostró una vez más que en este momento no tiene ni pies ni cabeza, y peor aún, un equipo que fue exhibido en casa por un rival con el que está prohibido perder y que, por lo visto, a muchos al interior de la institución, esto le ha pasado de noche.

Esta gran afición no merece esto, particularmente los de siempre, los que jamás abandonarán el barco, esos que muchas veces disculpan por su misma pasión a estos colores, la displicencia, falta de entrega y profesionalismo con la que “sus jugadores” enfrentan los partidos.

Sobra decir lo que sabemos todos: normalmente el hilo se rompe siempre por lo más delgado. Hoy la percepción de muchos miles de aficionados, es que a Rafael Puente se le está agotando la fórmula, la credibilidad y el discurso en apenas el inicio de su segundo torneo al frente de los plumíferos.

Después de la vergüenza y pena vivida durante muy largos 90 minutos y de manera muy barata solamente recibir cuatro goles, el plantel queretano dio la cara al final del partido, asumiendo la responsabilidad total de la goleada y a la vez, respaldando a su director técnico. Con todo respeto señores: el respaldo y la responsabilidad de su privilegiada profesión, no se da en una sala de prensa, eso por si no les queda claro aún, se demuestra dentro de una cancha de futbol, en donde por los primeros que deben de dar la cara… es por su afición.

La Frase. “Las fiestas mexicanas suelen tener un curioso desarrollo. Lo primero que se acaba es el hielo, luego el agua mineral y después los refrescos. Lo último que se acaba es el alcohol. Lo mismo sucede en los estadios. Cuando el triunfo, la fama y la gloria ya se han ido de la cancha, nuestra pasión sigue intacta”, Juan Villoro.


Twitter: @jc_aranaz

Google News