Estás tan emocionado con tu proyecto y estás tan seguro del éxito que deseas que las personas cercanas a ti formen parte de él.

¿Quién mejor que tu cuate de la universidad para montar un negocio? Así tienen una excusa excelente para seguir viéndose. ¿Y tú hermano? Te conoce mejor que nadie y tienen toda la confianza del mundo. ¿Y tu cuñada? Le acaban de dar la liquidación de su trabajo y tiene una lana que invertir, se llevan muy bien y así te echa la mano.

¡Cuidado! No elijas a los socios equivocados. Compartir un proyecto empresarial no es lo mismo que salir de fiesta o verse de vez en cuando.

A la hora de decidir a quién incluyes en tu proyecto has de tener en cuenta los siguientes factores: que comparta la misma escala de valores y principios; que te complemente en el carácter; que resulte suplementario a tus conocimientos técnicos; que aporte un valor añadido; que comparta el mismo proyecto de futuro; y que sea capaz de mantener una conversación constructiva y eficiente.

No tener en cuenta estos aspectos es una manera excelente de iniciar un camino de tensiones y discusiones que pueden llevar a la muerte de tu empresa. No podrás consolidar un verdadero equipo de trabajo si te guías por tus sentimientos o por tus impulsos en lugar de tener argumentos sólidos a la hora de elegir a tus socios. Guiarte por tus emociones solo te llevará a tener “un grupo de personas” trabajando en un mismo lugar que difícilmente garantizará el éxito de tu empresa.

Tienes que valorar las condiciones personales de tu posible socio, su capacidad para trabajar en equipo, su disposición a cumplir con sus responsabilidades y sobre todo la disposición de poner los intereses de la empresa por encima de los suyos propios.

Piensa que si abrir un negocio ya es riesgoso, hacerlo en sociedad lo es todavía más, ya que llega un momento en el que los socios empiezan a hacerse una serie de preguntas y reflexiones que son la antesala de un conflicto. Entre las más frecuentes están:

“Yo he aportado más capital y sin embargo repartimos beneficios al 50%”. “Yo aporté cartera de clientes y él no ha aportado nada”. “Yo soy más eficiente”. “Yo he logrado más ventas”. “Los clientes me prefieren a mi”. “Yo trabajo más horas”. “Yo soy el único que aporta ideas”. “Yo quiero que el negocio crezca y mi socio no”. “Yo ya he avalado la última financiación, mi socio solo pone excusas”. “Yo no tomo recursos de la empresa, mi socio debe tanto que no sé cómo piensa devolverlo”. “¿Estará mi socio desviando clientes sin que yo lo sepa?”. ¿”Estará manejando dinero sin que yo lo sepa?”.Y finalmente “¿Podría prescindir de mi socio?

Aunque es imposible prever todas las posibles situaciones y mucho menos pactarlo todo de manera anticipada, te aconsejo que desde un principio tengas elaborado un texto estatutario por el que deberá regirse la relación de los socios con la empresa y la relación entre ellos. Este texto debería incluir, con todo detalle y la mayor crudeza posible, las reglas para tratar una eventual separación. Es más fácil hacerlo cuando estas reglas se han pensado en un momento de calma que improvisar cuando las tensiones y desavenencias entre los socios impiden pensar con claridad.

No siempre es fácil pensar y mucho menos platicar sobre estos temas, pero vale la pena pasar un rato menos agradable al inicio y dejar las bases claras que tener que lidiar con problemas mucho más graves después. Además, ¿estás seguro de querer un socio con el que no puedes hablar con claridad?

Así que si estás pensando en iniciar tu negocio con un socio o estás todavía en las fases iniciales es el mejor momento para hacerlo. Dedica unas horas a poner en orden las bases y reúnete con tus socios cuanto antes. En el futuro agradecerás haber dejado las reglas claras.

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