El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, promulgó las leyes secundarias de la reforma energética, la última de las reformas estructurales que estaba pendiente y con la que cierra un ciclo de su sexenio. A partir del primero de septiembre comenzará una nueva etapa de su administración y todo hace ver que será muy diferente.

“Si logramos concretar estas reformas, México habrá dado un paso fundamental para que haya más crecimiento económico y este beneficie a las grandes mayorías”, así se expresaba el primer mandatario de la nación hace un año en su primer informe; en ese momento los acuerdos políticos y los consensos con las principales fuerzas ideológicas eran el camino para cristalizar las reformas, que desde el inicio de su sexenio el Presidente vino impulsando de manera prioritaria.

Las críticas fueron muchas, pero el mandatario se mantuvo firme, se rompió el Pacto por México y él buscó otras formas de diálogo y de acuerdos; alcanzar el objetivo lo llevó, inclusive, a cambiar modelos que trastocaron intereses de grupos de poder económico, supo escuchar, sabía que solo había una meta, y la alcanzó. Hoy el llamado del Presidente es diferente, convoca a la nación y dice: “los cimientos están puestos, aprovechemos esta nueva e histórica plataforma para seguir construyendo, entre todos, un nuevo México”.

La reforma energética fue la más controvertida, tal vez porque con esta se rompió uno de los paradigmas más fuertes de nuestra historia y tradiciones, era impensable que se abriera a la inversión de particulares el negocio de los hidrocarburos; marchas, mítines y protestas que pretendieron detener el desarrollo de México con el argumento de que se estaba entregando la riqueza del subsuelo a capitales privados, nada más alejado de la verdad, los hidrocarburos siguen siendo patrimonio de la nación, solo que este México del siglo XXI es muy diferente al de 1938.

El presidente Peña Nieto, en su lucha por lograr los cambios para el país, perdió credibilidad, siempre supo lo que se estaba jugando y apostó. Gracias a ese afán por alcanzar su propósito hoy la nación tiene un nuevo modelo de desarrollo, una plataforma con que hará frente a los retos de la modernidad y desde la que se medirá con los países más desarrollados. A partir de hoy Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) deberán ser empresas productivas del Estado, no dejarán de ser públicas, pero contarán con más autonomía para incrementar su competitividad internacional.

Esta es la gran diferencia entre “el primer tercio” del sexenio del presidente Peña Nieto y lo que resta de su administración, todo hace ver que, luego de su segundo informe, comenzará una nueva etapa para el Presidente y para México.

En su mensaje, al promulgar las leyes secundarias de la reforma energética, dijo que los cimientos están puestos, él sabe que es solo el soporte de la obra; al final de su intervención, reconoció el espíritu de unidad de los legisladores y los convocó a poner todas las reformas en acción para lograr que los cambios a la Constitución y a las leyes, se reflejen, dijo, en beneficio de todas las familias de México.

La obra no se puede quedar en cimientos, pues de nada valdría entonces la férrea defensa que hizo el presidente por la transformación de México, la culminación del proyecto, como lo apuntó él mismo, será cuando cada mexicano o cada familia pueda gozar de los beneficios. En esta última etapa se podrá apreciar el crecimiento económico de nuestra nación mexicana.

Ex presidente municipal de Querétaro, ex legislador federal y local

Google News