Los gobiernos son fuente de aprendizaje. Al tener plazos perentorios, los ciudadanos podemos hacer un balance crítico de su desempeño. Identificar avances y retrocesos de las distintas administraciones implica, ineludiblemente, repensar en una agenda educativa a futuro. ¿Qué aprendizajes dejará la “Cuarta Transformación” en materia educativa?

Es evidente que la 4T empieza a enfrentar los frutos —y contradicciones— de su particular manera de hacer política educativa. Ante la ilusión de querer tener todo el poder, conocimos lo imponderable por la pandemia. Supimos también que las buenas intenciones no bastan: mientras se decretaba la obligatoriedad de la educación superior, el rezago aumentó (Coneval); así como se repartieron becas para todos, el abandono escolar en los jóvenes de 16 a 21 años no ha disminuido, y a pesar de que se quiso “no dejar a nadie afuera ni atrás”, 8.8 millones de niñas, niños y jóvenes han abandonado sus estudios desde 2019 y a raíz de la pandemia (INEGI).
Es claro que si bien algunas ideas nombradas como “neoliberales” no funcionaron, tampoco las nombradas como “post neoliberales” han dado el resultado esperado.

Curiosamente, al igual que en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), en éste, la educación no ha sido una prioridad nacional. Con el enemigo de AMLO, la educación quedó subordinada a los juegos de poder entre el presidente y la entonces líder sindical. Recuérdese que para sacar la reforma al sistema de pensiones, la educación fue moneda de cambio: votos en el Congreso a cambio de puestos clave para el SNTE en la SEP y otras dependencias gubernamentales. El resultado es de todos conocido.

¿Qué hemos aprendido ahora con el gobierno de la 4T? Que para allegarse de simpatías, votos y comprar cierta paz, se pueden hacer propuestas políticamente correctas pero que resultan ser ineficientemente implementadas y socialmente regresivas (p.e. “revalorización magisterial”, “evaluación diagnóstica”).

Tengo la impresión que el regreso a clases se está complicando en virtud de la cándida narrativa que el gobierno ha construido sobre el magisterio. Si se apela a la obligación del trabajador de la educación en aptas condiciones para que vuelva a la escuela, algunos pueden confundir este requerimiento gubernamental con una especie de “no valorización”. “Dices que me quieres mucho; y me tienes trabajando”, diría un cantante.

Otra idea políticamente popular que está resultando contradictoria para la acción gubernamental es la referida a la evaluación. Al construir un discurso en contra de ésta y “descafeinarla” para unos pocos y no mejorarla para todos, hemos perdido en México datos globales del Sistema Educativo Nacional, la Mejoredu empieza a verse como un órgano irrelevante, la SEP no sabe qué hacer para evaluar los aprendizajes a raíz de la pandemia y de pilón, perdimos presencia a escala internacional.

Las políticas educativas dan resultado en la medida en que los problemas se definen social, razonable y pluralmente. Privilegiar lo popular sobre lo requerido puede ser regresivo. Ésta es una lección de la 4T que hay que evitar a futuro. 
Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)

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