El debate presidencial de hace unos días no fue el más emocionante.

Sin embargo, fue meritorio que el INE haya propuesto un debate en la frontera sobre temas internacionales y de migración. Fue un reconocimiento justo a que más de una décima parte de los mexicanos viven en el exterior y que México depende profundamente de sus lazos económicos globales.

Ojalá que en Estados Unidos en algún momento se decida programar un debate en la frontera con México en reconocimiento de los lazos que nos unen y del millón de estadounidenses que viven en México.

Pero algo le faltó al debate en Tijuana: el interés y la pasión de los candidatos presidenciales para los temas discutidos. Algunos mostraron su desinterés comentando otros temas que no venían al caso; otros tenían respuestas atinadas a las preguntas, pero parecían más propuestas estudiadas que compromisos de fondo. Nadie convenció de que verdaderamente le preocupan los temas de política exterior o de relación con los mexicanos en el exterior.

Para empezar, al referirse a los connacionales en extranjero, todos los candidatos se enfocaron en la protección de los indocumentados, lo cual importante y necesario, pero no incluye la totalidad ni la mayoría de mexicanos que viven fuera. En ningún momento abordaron cómo incluirían a los mexicanos que viven fuera del país en su proyecto de nación. No es tema fácil: es un grupo que ha decidido vivir fuera, pero muchos siguen anhelando un vinculo a su país de origen y a lideres que reconozcan su existencia.

Tampoco se vio que los candidatos entiendan las complejidades de la economía mexicana que depende de las exportaciones para más de una tercera parte del PIB, que en un 80% van al país vecino. Habían llamados para endurecer posturas con Donald Trump, diversificar las exportaciones hacia otros países y de invertir más en el mercado interno, todas propuestas loables, pero sin mostrar evidencias que entendían lo imbricada que está la economía mexicana en la global y lo difícil que es cambiar los patrones existentes.

Casi todas sus propuestas con el gobierno de EU también se enfocaron en Trump, sin duda un tema importante dado su impredecibilidad y su dureza contra México, pero parecían no reconocer la amplia gama de otros actores políticos en el país vecino con quienes habría que estrechar relaciones como contrapeso. Todos parecen tener una visión tradicional, unidimensional de la diplomacia como asunto entre jefes de estados.

Finalmente, faltó por completo alguna mirada sobre el resto del mundo. Ese mismo día se habían concluido elecciones muy cuestionadas en Venezuela, pero no hubo mención del país, ni tampoco de Cuba, que está viviendo una transición política delicada, ni de Brasil, el otro país de peso en América Latina, ni de la Unión Europea, que acaba de firmar un nuevo tratado de libre comercio con México. Ni tampoco hubo debate sobre el rol de México en las instituciones internacionales y qué papel quiere jugar en el sistema internacional.

Es cierto que muchos candidatos en el mundo llegan a la silla presidencial sin haber pensado profundamente sobre los temas internacionales y tienen que aprenderlos sobre la marcha. Pero en el caso de México, que depende de la economía global más que muchos otros países y que tiene una diáspora grande afuera, estos temas cobran mayor importancia. Temo que el debate fue una señal clara del desinterés no sólo de esos cuatro hombres hacia los migrantes y lo internacional, sino de toda la clase política.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias

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