Esta columna llega una quincena tarde. Habitualmente, las listas anuales de pronósticos son para los últimos días de diciembre o los primeros de enero, cuando la agenda informativa sigue aún en estado comatoso y aún se conserva alguna dosis de optimismo navideño.

Pero como todavía hay más expectativas que temas y ni los números ni los hechos marcan tendencia, creo que aún se vale jugar al Nostradamus. Así que van mis cinco pronósticos para 2020:

1. Los homicidios no disminuirán mayormente en 2020. Aproximadamente, el año pasado terminó con aproximadamente 38,000 asesinatos en la cuenta de Inegi. Para este año, esperen una cifra ligeramente superior. En la segunda mitad de 2019, la curva de homicidios se aplanó notablemente. Para el año en su cojunto, la tasa de crecimiento fue un poco superior a 2%. Eso contrasta con los tres años previos, cuando los homicidios crecían a un ritmo anual de 16 a 18%. No me sorprendería por tanto si la tasa de crecimiento llega a cero (o casi cero) en 2020. Pero estabilización no es caída. Aún con una curva plana, la cuenta de víctimas de homicidio en el sexenio va a ser superior a 75,000 para finales del segundo año de la actual administración federal.

2. La Guardia Nacional va a crecer en tamaño, pero no en eficacia. Y va a crecer por una razón sencilla: su estado de fuerza no depende del reclutamiento de civiles, sino de la transferencia de militares. Para todo fin práctico, la Guardia Nacional no es más que la sucursal del Ejército en otra secretaría. Si es necesario decir que la Guardia Nacional ha crecido, basta con ponerle brazalete con las letras GN a más soldados o marinos. Pero eso, por supuesto, no hace más que mover los recursos del Estado de una bolsa a otra. Y si además se considera como imperativo cubrir de manera permanente todo el país, no es esperable que la nueva corporación tenga mucho impacto.

3. Las cabezas de los grupos criminales probablemente tengan un año tranquilo. Tanto el presidente López Obrador como el secretario Durazo han expresado que la captura de capos no es una prioridad de la actual administración federal. Hay que creerles, más aún después del desastre de Culiacán y el fallido operativo para capturar a Ovidio Guzmán. Es posible que haya presión del gobierno de Estados Unidos para modificar esa política, más cuando se aproximen las elecciones en el país vecino, pero probablemente puedan capotear el temporal con otras concesiones (por ejemplo, aún mayores controles migratorios).

4. La geografía de la violencia probablemente se modificará poco. Las zonas calientes estarán concentradas en los estados del centro-occidente (Guanajuato, Jalisco, Michoacán) y en el noroeste del país (Baja California, Sonora, Chihuahua). Asimismo, es probablemente necesario poner la mirada en los estados del Golfo y en la esquina que une a Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. La Ciudad de México seguirá teniendo su racha de homicidios y su epidemia de extorsiones, pero dudo que la situación de seguridad se desborde en la capital del país.

5. Al menos un integrante del gabinete de seguridad dejará su cargo antes de finalizar el año. El candidato más obvio para ser relevado es Alfonso Durazo: tiene mala prensa, una relación tensa con las Fuerzas Armadas y la ambición de ser gobernador de Sonora en 2021. Es posible que deje el cargo hacia finales de año para irse a hacer campaña a su tierra natal. Olga Sánchez Cordero probablemente sea la segunda en la lista, aunque su irrelevancia puede mantenerla en el cargo durante un rato aún largo.

Esas son mis predicciones para 2020. Las revisamos cuando vaya concluyendo el año.

Google News