“Con estas manos modelé tus senos
hice con ellos una tibia copa / para saciar la sed de tus deseos
y la roja ansiedad que hay en tu boca.

Con estas manos dibujé en tu cuerpo
aquel país de extrañas lejanías,
y un mar enamorado del silencio
con su misterio de asombradas islas.

Pero estas manos se han quedado solas,
pero estas manos se han quedado frías,
hay tanto invierno en ellas que en mis dedos
 son palomas heladas las caricias...”

Alberto Cortez, el cantautor argentino, escribió este poema que parecería adivinar la contingencia, el aislamiento y la debacle financiera que hemos vivido en los últimos meses, con la terrible carga emocional que conllevan las pérdidas y la distancia entre seres que se aman sin poderse ver en vivo, sin sentir el calor de la cercanía, aspirar el aroma de la piel, atrapar la mano del amigo entre sus manos y dibujar con un dedo el contorno de su cabello.

El mundo entero ha sufrido la lejanía que imponen los cerros al final de un camino, que parecieran moverse en el paisaje para poner a prueba la paciencia del caminante, someterlo a la tortura de no llegar nunca. Así nos sentimos al darnos cuenta de que este paréntesis no cesa, que la muerte sigue al acecho, lista para asestar su golpe aciago en cada jornada.

Luis Cernuda, el gran poeta sevillano, describió de esta forma sus conflictos internos:

“Hoja que roza un vidrio,
agua que acaricia unas guijas,
lluvia que besa una frente juvenil; / como rápida caricia:
pie desnudo sobre el camino,
dedos que ensayan el primer amor,
 sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
como fugaz deseo:
seda brillante en la luz,
esbelto adolescente entrevisto,
lágrimas por ser más que un hombre;
como esta vida que no es mía / y sin embargo es la mía”.

Los artistas tienen la rara virtud, no valorada del todo, de expresar el dolor de otros, las emociones ajenas, poniendo su talento al servicio de los demás, exponiendo en palabras, notas de música o colores sobre una tela lo que sienten sus semejantes. Cernuda habla de “esta vida que no es mía”. Ellos saben ponerse en el lugar de sus paisanos, para colocar versos en un poema que sintetice el momento histórico que viven junto con millones.

Así como la falta de alimento causa un daño paulatino y creciente a los órganos del cuerpo, la ausencia de caricias ha afectado nuestro pensamiento. Somos seres emocionales que razonan, y los sentimientos estimulan las ideas. Cuando los sentimientos son dolorosos, el cerebro lo refleja. Dice Jaime Sabines, sobre la pérdida:

“No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
 desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo”.

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