Cinco años de edad, cuatro de la mañana, mi corazón latía a un ritmo acelerado y la respiración parecía que recién había terminado una larga carrera, yo no lo sabía, pero era la primera vez que experimentaba la adrenalina en mi cuerpo. Me puse de pie junto al lecho de mi querida madre y la desperté, no sin asustarla, para decirle: “hoy aprendí en la escuela la vida de Benito Juárez y algún día yo haré algo por los otros niños que no tienen la misma suerte que yo tengo ahora”.

Han pasado muchos años desde aquel evento, más de los que yo quisiera, durante el tiempo que me ha prestado la vida he conocido ejemplos de personas valiosísimas quienes me permiten pensar sobre los esfuerzos para caminar por ideales que valen la pena, jóvenes que contra todo lo esperado anteponen sus convicciones y por lo tanto se convierten en modelos a seguir. Por lo que soy y por esos ejemplos no puedo imaginar una juventud vacía, hueca, sin aquello que impulsa los pasos ante el camino complicado de la vida la utopía realizable.

Aproximadamente hace ocho años lo conocí, era un joven adolescente, que por su delgadez extrema y su estatura todavía no desarrollada, reflejaba menos edad de la que tenía.

Desconcertado como cualquier adolescente que tiene ante sí la vida entera, apenas definiendo su carácter así como su futuro, toda una promesa para nuestra necesitada nación de jóvenes comprometidos.

En alguna ocasión tuvimos oportunidad de platicar el detalle del por qué había decidido sumar su esfuerzo en la izquierda de nuestro país, “fue al escuchar un discurso de Andrés Manuel López Obrador cuando me percate de varias cosas que antes no visualizaba”, me dijo.

A pesar de nuestra marcada diferencia de edad llegamos a ser muy buenos compañeros, tanto que, sin dudarlo, emprendimos juntos señalamientos fuertes a los diferentes niveles de gobierno, puesto que por delante estaban nuestros ideales y convicciones.

Ahora de manera drástica la visión ha cambiado, no termino de explicarme cómo puede esto suceder en una sola existencia, dar el beneficio de la duda a la derecha no debe ser una opción para quienes tenemos claro que urge caminar por el sendero de la izquierda, esto si esperamos que la realidad del país mejore.

Tener todo en contra y seguir creyendo en el otro, en el de junto, en el compañero, esa es la clave; no hay alternativa si se quiere pensar que este esfuerzo vale la pena.

Hoy en Querétaro, un millón 87 mil habitantes no tienen acceso a la seguridad social y 12 mil 664 niños, entre los 6 y 14 años de edad, no asistirán a la escuela, estos números sin dentro del contexto de pobreza que se vive en el país entero.

Atrás de cada número hay un nombre, una persona, y precisamente eso es lo que no permite claudicar.

Otro dato terrible: al menos 400 mil personas abandonarán su hogar en este país para buscar lo que por derecho tendrían que tener en su tierra, el sustento para ellos y sus familias, y entonces la convicción se reafirma, no se puede dar un paso atrás aunque a veces la pregunta sea constante, ¿podremos lograrlo?

Tiene que valer la pena y apostarle a que el camino sea diferente para todas y todos será el objetivo. Queridísimos amigos, decidirán libremente cambiar el rumbo de su camino hasta virar hacia la derecha y dolerá seguramente, pero no podemos detenernos, el tiempo lo exige.

Presidenta de Desarrollo Comunitario para la Transformación Social A.C.

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