“Hay quien cambia de partido para no cambiar de principios y hay quien cambia de principios para no cambiar de partido.” Winston Churchill

Hoy, y de cara a las próximas elecciones de julio, observamos cómo diversos actores políticos cambian de partido y cómo a todos ellos, sin reflexión alguna o consideración de nada, analistas, medios de comunicación y en sí buena parte de la ciudadanía, los etiquetamos como trapecistas o como busca huesos. Asumimos que se cambiaron de partido porque en el que era el suyo ya no les dieron la candidatura que querían. Asumimos, sin más ni más, que su única motivación es seguir cobrando y tranzando desde el puesto gubernamental. Sólo por ese “hecho”, que, insisto, no tiene fundamento alguno y aún así damos por cierto, procedemos a descalificarlos agriamente. Esto me parece lamentable y equivocado, pues generalizar es un grave error. Es cierto que hay quienes solo buscan perpetuarse en los cargos de elección popular para “seguir viviendo del erario” —sobretodo cuando van “pluris”—, pero también es cierto que hay muchos que lo hacen por razones muy válidas como lo es el hecho de que la gran mayoría de los partidos políticos han ido cambiando durante estos últimos años. Hoy es relativamente sencillo observar cómo los principios, las causas y las prácticas que identificaban a un determinado partido y a sus integrantes, que estaban muy orgullosos, ya no se hacen presentes. Hoy, lamentablemente, hay partidos que recurren a prácticas y posicionamientos que antes criticaban intensamente. Ante esto es mucho más que entendible que algunos actores políticos y aspirantes a candidaturas a cargos de elección popular, al no encontrar la esencia por la que en su momento decidieron inscribirse en un determinado partido político y por no coincidir con las nuevas prácticas de éste, deciden dejarlo y, en ocasiones, hasta cambiarse de partido para no cambiar de principios, valores y causas.

Lo que sí me parece repudiable es que en muchos de los partidos políticos observo la práctica reiterada de renunciar a su esencia para adoptar posiciones, principios y valores que incluso, en varias ocasiones, son contrarios a su doctrina y tradición. Todo esto con tal de hacerse de actores y candidatos que, asumen, les acarrearán votos en las elecciones. Tal es el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien, con tal “sumar” votos, está dispuesto a incorporar a aquellos a quienes llamó miembros de la “mafia del poder”. Me parece que un partido está traicionándose a sí mismo cuando incorpora a sus filas a actores políticos que no comparten su doctrina ni sus causas. Desde la perspectiva del aspirante, encuentro que dichos actores, después de ser utilizados como “utilitarios de campaña” (igual que gorras, camisetas y otros promocionales), serán simplemente expulsados, a menos que ganen la elección para la que fueron propuestos.

Fuente de los Deseos: Ojalá que los partidos políticos se abran sólo a aquellos que de alguna manera comparten sus principios y causas. Ojalá que todos sepamos diferenciar a los oportunistas o trapecistas que brincan de un partido a otro de aquellos que lo único que quieren es una oportunidad de servir desde un cargo de elección popular.


Comisionado del CECA
@TAMBORRELmx

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