El pasado fin de semana, fuimos testigos de lo que sucedió durante el partido entre el equipo de casa, los Gallos Blancos de Querétaro, y el local, Atlético San Luis, en el estadio Alfonso Lastras.

Quienes apreciamos los hechos que se registraban en las tribunas quedamos asombrados por los hechos violentos, decenas de trogloditas de uno y otro equipo se aventaban de todo; un grupo de hinchas de Querétaro patearon y golpearon hasta el cansancio a un hombre en las tribunas, mientras otras personas intentaban, sin éxito, evitar la golpiza.

Los hechos derivaron en el veto de dos partidos al estadio potosino; es decir, el Atlético San Luis, filial del Atlético de Madrid, ya no podrá jugar con público lo que resta del torneo.

Además, ambos equipos fueron sancionados con una multa de 6 mil Unidades de Medida de Actualización (UMA), equivalentes a 438 mil 240 pesos.

Pero quizás la sanción que más ha llamado la atención es la prohibición, por lo que resta del torneo, incluyendo la liguilla, a las barras de ambos equipos para ingresar a los partidos de los Gallos y el San Luis.

La de la comisión disciplinaria de la FEMEXFUT a ambos equipos incluye, además la prohibición de venta de boletaje o promoción de asistencia de las barras a los partidos.Esas fueron las consecuencias de actos de un grupo minoritario de inadaptados que se disfrazan de aficionados para hacer desmanes, para sacar frustraciones y hacer catarsis de sus, muy probablemente, patéticas vidas.

Este tema que muchos ven como un inconveniente, su servidor lo ve como una enorme oportunidad.

Sí, una enorme oportunidad de que los equipos dejen de depender de un grupo de personas que dicen apoyar a un equipo de futbol pero al que le exigen pasajes, boletos, alimentos y otras dádivas, a cambio de respaldar a los jugadores durante el partido; el compromiso es apoyar sin condiciones, en las buenas y en las malas, siempre y cuando, la contraprestación llegue.

Es decir, esos grupos organizados de ‘aficionados’ no apoyarían al equipo si no reciben sus prestaciones —boletos, transporte, comidas, hospedaje y extras para gastos—; entonces, cuál es su nivel de afición.

Conozco personas que, han gastado su dinero, dinero que se ganan honestamente con su trabajo y que destinan a pagar sus boletos o sus abonos para respaldar al equipo de sus amores, que pagan lo que consumen, que si viajan a apoyar al equipo cuando sale de la ciudad, ponen de su pecunio para el viaje, pagan sus comidas, llegan al estadio y apoyan. Apoyan con todo, pero también exigen, exigen entrega, planeación de su directiva y resultados.

Esos sí son aficionados, los otros, las barras, llámense como se llamen, son unos parásitos que han encontrado en esta figura un modo de vivir. Que lucran con la arenga y prostituyen la afición.

Esta sanción, insisto, es una oportunidad de deshacerse de estos entes, cuya figura, fue importada por cierto de Argentina y limpiar, aunque sea un poco el futbol mexicano.

A la directiva de Gallos blancos les sugiero: desháganse de las barras, impulsen a los verdaderos aficionados, ofrezcan estímulos a los verdaderos seguidores, atraigan a las familias a las gradas. Cambien los cánticos por el ‘chiquitibúm’ y verán que hasta el denostado grito homofóbico de EEEEEEH…P%#TO, podrán erradicar.

El último párrafo. Mañana termina en México el horario de verano, para muchos, la primera señal de que el año comienza su conteo final y con ello, el tiempo de las administraciones públicas se agota. A unos les quedan prácticamente 18 meses de gobierno efectivo, a otros menos, pues deberán pedir licencia para buscar otros horizontes. El caso es que el tiempo se les agota y aún quedan pendientes. Apúrense.

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