Los incendios que azotan al país este año han traído como consecuencia problemas de calidad del aire en buena parte de México. Existen ciudades como Toluca con concentraciones de partículas finas y ozono aún peores que en la CDMX. Fuera del Valle de México, entidades federativas como Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Veracruz presentan de igual forma severos problemas de calidad del aire pero los datos disponibles son más escasos, pues carecen de monitoreo o tienen sistemas muy poco efectivos. Aunado a esto, existe un amplio consenso científico que señala que el calentamiento global traerá condiciones más cálidas y secas en gran parte de nuestro país, creando las condiciones propicias para eventos de incendios más extremos.

Estamos, sin exagerar, ante un desastre ambiental sin precedentes provocado por el cambio climático, la tala inmoderada, por las nada nuevas prácticas ilegales encaminadas al cambio de uso de suelo y por el poco desarrollo de capacidades institucionales a nivel local y federal para reaccionar ante eventualidades como ésta. Algunos de los posicionamientos oficiales han dicho que el problema “no amerita” una declaratoria de emergencia ambiental; han incluso declarado que “el número de hectáreas siniestradas y de eventos incendiarios es menor este año en comparación de años anteriores sólo que la percepción de la ciudadanía es mayor por presentarse estos eventos en zonas más aledañas a las urbes”.

No, no es un problema de percepción ciudadana, es un problema de salud pública muy importante. El 78% de la población mexicana se concentra en zonas urbanas, es decir, aunque en años anteriores fueron más incendios y se afectó mayor superficie en zonas boscosas, este año al suceder los incendios en zonas aledañas a las urbes son más las personas afectadas por la inhalación constante de aire contaminado aunque el número de superficie boscosa afectada sea menor. Lo que sí preocupa es que si en años anteriores el número de eventos y hectáreas afectadas fue mayor, este año hayan reducido inexplicable e irresponsablemente el presupuesto para la atención de incendios forestales y para el combate al cambio climático. ¿Qué medidas de adaptación y mitigación estamos tomando? Pregunta clave para dar respuestas efectivas y eficientes a los problemas de calidad del aire (y de cambio climático) presentes y futuros. El tiempo apremia, ¿se actuará en consecuencia?

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