Los versos escritos por un poeta de Castilla en 1476, las coplas de Jorge Manrique, son una exacta descripción del efecto del café en mi cerebro: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando...” Eso ocurre mientras tomo la primera taza de la mañana.

Mi alma recuerda, la mente se aviva y todo mi cuerpo despierta mientras veo el amanecer que ilumina el cielo. Soy diurna. Es lo que me corresponde en el ciclo circadiano, vocablo precioso que viene del latín: circa significa cerca, es decir alrededor, y dies quiere decir día. Este ciclo de veinticuatro horas define en qué momento estamos adormilados, cuándo tenemos la mejor disposición para el trabajo, a qué hora funciona mejor nuestro entendimiento, en qué instante se dispara la memoria, cuándo llega la inspiración para quienes realizan un trabajo creativo.

La creatividad es una criatura escurridiza y volátil, puede ser pródiga o caprichosa como la musa de Giuseppe Verdi que inspiró su ópera Rigoletto, cuya cima es el aria La donna è mobile. Asómate al universo visual de YouTube y escucha a los guapos tenores de la época contemporánea cantar esa pieza, desde Pavarotti hasta el peruano Juan Carlos Flórez, nacido en 1973, virtuoso y distinguido. Cuando escuches esa música, disfruta de tu café. Que entre a tu cuerpo y lo entibie, que estimule las neuronas. Deja que llegue la inspiración y que te encuentre trabajando, como sugería Picasso, quien logró todo lo que quiso a base de disciplina, talento y esfuerzo. Nadie le regaló el éxito. Tengo para mí que tomaba café.

Compra una buena máquina de café de barista o esmérate en perfeccionar el percolado de tu cafetera. Prepara una bebida propia del mejor expendio: espresso, latte, capuchino, coronado de espuma, rociado de canela, con o sin edulcorante. Imagínate un café estilo americano, negro y aromático, caliente como el infierno, del que se desprenden volutas de vapor cargadas de historia, que son producto de miles de años de trabajo humano para perfeccionar las cosechas del grano y su transformación.

El café, riqueza de países subtropicales, genera una industria que tiene un valor bruto de 173 400 millones de dólares a nivel mundial, cifra definida por la organización World Coffee Trade en 2015. La economía de Brasil se deriva en gran parte de los bultos de intenso olor que se suben a los barcos para hacerlos llegar a tierras frías, donde no se pueden cultivar. Ahí los valoran como oro. Brasil fue el último país en el mundo en abolir la esclavitud. Quizá este retraso tuvo que ver con la explotación de los peones de los cafetales.

Piensa en Finlandia: su clima, su belleza, sus paisajes. Ellos, los finlandeses, son los campeones en consumo de café con 12 kilos por persona al año. Por supuesto, en este cálculo entran tanto los bebedores de café como los que no lo prueban. En la estadística siguen los noruegos, islandeses y daneses. En México, según SAGARPA, consumimos 1.1 kg por persona al año.

La cafeína afecta al sistema nervioso central de una buena parte de los consumidores de café. Si consideramos que el número de personas en el mundo que toman cada día la infusión se eleva a cientos de millones, el desarrollo de una píldora que eliminara los efectos desagradables sería un sueño vuelto realidad. Si se lograra evitar la taquicardia o la pérdida del sueño, la compañía farmacéutica responsable de la producción se ganaría la lotería.

Para lograrlo, será necesario que miles de científicos e investigadores pasen cada día muchas horas en sus laboratorios, tomando café.

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