El gobierno federal envió en diciembre pasado sus primeras señales de política económica, entre las que se incluyen el Presupuesto de Egresos 2019 y anuncios de diferentes redireccionamientos de programas públicos. Algunas son buenas noticias y otras son francamente malas noticias. Hacer un análisis global permite ver las auténticas prioridades del gobierno federal  y nos ayuda a construir una perspectiva económica sobre 2019.

Las buenas:

Incremento del salario mínimo. Coparmex impulsó desde principios de 2018 una campaña que permitiera elevar el salario mínimo vigente en el país. El objetivo, se dijo desde entonces, era comenzar a revertir la deuda fundamental que se tenía con el poder adquisitivo de los trabajadores y cumplir con la línea de bienestar establecida por las Naciones Unidas. Nuestro presidente, Gustavo de Hoyos manifestó que no podíamos continuar con salarios simulados como en Venezuela o Nicaragua y que el sector productivo de nuestro país estaba listo y tenía la capacidad suficiente para elevar el salario a 102 pesos para diciembre de 2018.

A partir del 1 de enero el salario mínimo nacional ha pasado de $88.36 pesos diarios a $102.68 pesos diarios, lo que contribuye a que al menos 2.8 millones de trabajadores en México que cuentan con ingresos de un salario mínimo, incrementen sus ingresos en un 16%.

La estabilidad macroeconómica. El presupuesto aumentó el gasto de gobierno como porcentaje del PIB pero lo hizo moderadamente y no se prevén cambios relevantes a nivel macro y esa es una buena noticia. Lo cierto es que el gobierno también valuó de manera extremadamente optimista el precio del petróleo, ubicándolo en 55 dólares por barril cuando a nivel internacional ha fluctuado en 46 dólares. Estimó la inflación en 3.4% cuando diferentes organismos y firmas financieras la han ubicado en al menos 4.15% para este nuevo año y calculó un crecimiento muy positivo de 4% cuando en realidad el crecimiento depende de la inversión privada de todos los empresarios a los que ha enviado señales de confrontación. En resumen hay estabilidad macro, pero también dependerá de la habilidad del gobierno para sortear la economía internacional y la desconfianza empresarial.

Las rectificaciones presupuestales. Es de sabios rectificar y debemos reconocer que se ha hecho en algunos casos. Así, los “errores de dedo” al presupuesto de la UNAM, la UAM y el IPN, o los recortes a programas tan fundamentales como los de prevención de la violencia contra mujeres o el programa de coinversión social destinado a organismos civiles que trabajan con personas discapacitadas se han restituido.

Las malas:

El salario mínimo diferenciado. El salario mínimo también aumentó en la frontera norte (43 municipios colindantes) y en este caso casi se duplicó quedando en $176.72 pesos vs $102.68 pesos del salario general impuesto a nivel nacional. El aumento del salario en la frontera no es en sí una mala noticia, pero sí lo es que un aumento tan amplio y no gradual dejará fuera de juego a muchos microempresarios de la zona y sí generará un efecto inflacionario importante, aunado a que reanima el debate sobre los “ciudadanos de primera” (los del norte) y los de “segunda” los del sur. Si a esto se le agrega otra mala noticia como la desaparición del INADEM, organismo que apoyaba con recursos federales a los pequeños empresarios, pareciera que la señal es dejar a su suerte a cualquier emprendedor de la frontera, o de plano, invitarlo a ya no probar suerte y generar empleo aquí, sino del otro lado.

Eliminación de la compensación universal. El mecanismo mediante el cual se permitía que los saldos a favor del IVA se pudieran recuperar mediante una compensación contra otros impuestos de forma automática se ha cancelado y con ello ha complicado indirectamente la facilidad para hacer negocios en México al aumentar los pasos que cualquier persona física o empresa debe hacer para estar bien con el fisco.  Si la tendencia mundial es reducir el gobierno, con esta acción se aumenta la acción del gobierno y con ello la corrupción, aunado a que vuelve a enviar el mensaje de que quienes pagamos impuestos somos a quienes menos beneficios nos da el sistema. Si a esto se le agrega que también aumentó la tasa de impuesto que cobra el gobierno a quienes tienen dinero en el banco, la señal de “somos los mismos de siempre” se escucha cada vez más seguido.

El enfoque asistencialista y centralista del presupuesto. Contrario al descobijo de la clase productiva del país y al fortalecimiento de las capacidades financieras de estados y municipios que se venía proyectando desde hace tiempo, el presupuesto 2019 recorta significativamente los fondos de desarrollo regional y de infraestructura de los estados del país para redireccionar recursos a subsidios directos a ciertos perfiles ciudadanos como jóvenes o adultos mayores que muchos hemos interpretado como la construcción de una base político electoral de apoyo a Morena más que un proyecto de gasto con visión de largo plazo que detone la productividad y crecimiento del país.

El descobijo a grupos vulnerables. La reducción de recursos a estancias infantiles de apoyo a madres trabajadoras, los programas de salud de la mujer, y los programas de acceso y atención a discapacitados simplemente se quedaron sin presupuesto, lo que genera señales encontradas: ¿vale más apoyar a un joven que no trabaja que a una madre trabajadora con niños en edad preescolar?

Las peores:

La refinería y el Tren Maya sí van. Contrario a la tendencia mundial y ambientalista a favor de las energías verdes y renovables en México sí va, sin estudio de viabilidad de por medio, la refinería en Tabasco. También va, sin estudio de mercado o impacto ambiental el Tren Maya.

El recorte a la inversión en ciencia. La ciencia nacional hace cambios de largo plazo y construye futuro. Contrario a la Ley de Ciencia y Tecnología que obliga al estado a invertir al menos 1% del PIB a este rubro, y si bien el presupuesto del último año fue malo para el sector al destinar solo el .49% del PIB, la actual administración ha decidido bajar ese porcentaje a .45%, una de las peores noticias del presupuesto.

En resumen, un presupuesto sin sobresaltos económicos pero mal balanceado y con tintes electorales más que de nación grande con altura de miras.

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