El pasado 2 de octubre, Lula da Silva, había ganado el primer turno de las elecciones presidenciales brasileñas con poco más de 57 millones de votos, 6 millones más que el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro. Otros 9 millones de votos se repartieron entre los candidatos que quedaron en tercer y cuarto lugar.

Como ningún candidato obtuvo más del 50 por ciento de los votos, fue necesario ir a una segunda vuelta, sólo entre los dos punteros, Lula y Bolsonaro. El 30 de octubre, Lula ratificó su triunfo al aumentar sus votos hasta poco más de 60 millones. Bolsonaro se quedó atrás por poco más de dos millones.

Por voluntad del pueblo brasileño, la vida le hace justicia a Lula, obrero metalúrgico y sindicalista, arrestado en marzo de 2016 por una serie de maniobras que formaban parte de una guerra judicial en contra suya y de la, en ese momento, presidenta, Dilma Rousseff.

En junio de 2019 se confirmó que el juez Sergio Moro había ordenado a los fiscales que encarcelaran a Lula mediante su incriminación en el escándalo de corrupción conocido como “Lava Jato”. Hoy se sabe que Moro fue parte relevante de la conjura contra Lula y que precisamente por eso, Bolsonaro lo premió al nombrarlo ministro de justicia.

Lula ganó su primera presidencia en 2002 y, posteriormente se reeligió en 2006, por lo que gobernó Brasil de 2003 a 2010. Abandonó su segunda presidencia con una gran popularidad y cariño del pueblo brasileño.

Para decirlo en palabras de la BBC: “Fueron ocho años en que no solo salieron de la pobreza cerca de 30 millones de personas, sino que también surgió la llamada nueva clase media en los brazos de una bonanza económica que generó empleos y ubicó al país entre las economías emergentes de mayor crecimiento”.

Luego, y precisamente por lo anterior, vino la guerra judicial en contra de Lula y de Dilma Rousseff. A Dilma no se le permitió terminar su segundo período, después de haber ganado las elecciones presidenciales de 2010 y de haberse reelegido en 2014. Su segundo período debería haber concluido en diciembre de 2018. Sin embargo, en un verdadero golpe de estado legislativo, instrumentado por la derecha brasileña con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, Dilma fue destituida en agosto de 2016.

A Lula no le será tan sencillo gobernar como en las dos primeras ocasiones, al tener enfrente a una derecha empoderada y muy poco democrática. Aun así es muy bienvenida su victoria y esperemos que logre vencer los obstáculos que seguramente le serán puestos.

Académico de la UAQ. anbapu05@yahoo.com.mx

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