En 2017, cuando el grueso del PRD saltaba a Morena, quedó la duda de si continuaría la agenda de libertades de conciencia y derechos de las mujeres, pues si bien Morena se presenta como progresista, su fundador y líder nato no precisamente lo es, quizá por su visión evangélica (contraria por definición a tales libertades). Cierto que se ha avanzado en algunos temas, pese a todo, pero hay otros en los que Amlo muestra gran indiferencia, como lo es la agenda de las mujeres y su combate a la violencia de género.

El principal logro que presume el presidente es haber nombrado a mujeres en la mitad de su gabinete, algo simbólico pero ineficaz si no hay solidaridad y acciones concretas a favor de esos movimientos. El año pasado, al preguntársele su opinión sobre las protestas de las mujeres ante la violencia de género, se molestó por desviar con eso temas más importantes como la rifa del avión presidencial. Eso reflejó su falta de total empatía hacia las mujeres. Amlo dijo también en ese entonces que las feministas cayeron bajo manipulación de “los conservadores”.

Con lo cual implícitamente las ubicaba como ingenuas, tontas y manipulables. Incluso ejemplificó como contraparte a Leona Vicario, quien contestó enérgicamente a Lucas Alamán al presentarla como dependiente políticamente de su esposo (Quintana Roo). Fue como decirles a las mujeres de hoy: “Sean como Leona Vicario que no se dejó manipular del conservadorismo como ustedes lo están haciendo con los Lucas Alamán del siglo XXI”. Grave ofensa al movimiento.

Por otra parte, la detención de Mario Marín, ex gobernador de Puebla, por la violación de derechos de la activista Lydia Cacho hace catorce años, es un acto de justicia que es bienvenido. Pero le pegó indirectamente a quien dentro del gabinete de Amlo pretende abanderar la causa de las mujeres; la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero. Siendo ministra de la Suprema Corte votó contra un fallo para aplicar juicio político a Marín, minimizando, con otros ministros, la violación de los derechos de Lydia (algo así como un layinesco “violaron sus derechos, pero poquito”).

Lydia Cacho recordó que Sánchez Cordero “fue parte de una complicidad desde la Suprema Corte que impidió que casos similares fueran llevados ante la justicia y se convirtieran en precedentes jurídicos para México”. Ese hecho era muy poco conocido, por lo cual ahora que se ha divulgado, su presunta bandera feminista cayó en absoluto descrédito.

Finalmente, el escaso (o nulo) compromiso de Amlo con los derechos de las mujeres y contra la violencia de género se refleja en la postulación de Félix Salgado Macedonio como candidato a Guerrero. Surgieron acusaciones poco conocidas de violación a diversas mujeres. Muchas de ellas se presentaron cuando ocurrieron, por lo que no pueden descalificarse como “campaña sucia” a propósito de la actual elección. Más bien, la denuncia presentada en 2017 no fue desahogada justamente porque Salgado logró, por su peso político, que se congelara.

Otro caso se cometió mucho antes, por lo que ha prescrito jurídicamente, pero eso no implica que el atropello no se hubiera cometido; debiera tener al menos efectos políticos. Pero no. La Comisión Nacional de “Honor y Justicia” de Morena desechó el caso porque la víctima denunciante no es militante de ese partido. Vaya. Importa pues el poder (y probablemente el pago de favores) más que los derechos de las mujeres.

Muchas de ellas, militantes de Morena, pero congruentes con sus principios, han protestado mientras que sus correligionarios varones, políticos y voceros (salvo excepciones) hacen maromas espectaculares para justificar dicha candidatura, o bien se voltean a otro lado. El partido y el Líder Supremo por encima de los derechos de las mujeres, como todo un partido conservador y en absoluto como uno progresista.

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