Cuando se hace referencia al peregrinar del presidente Juárez con “la República en sus espalda” entre 1863 y 1867 durante la invasión francesa, no recordamos un hecho retórico, sino una literalidad.

El manifiesto interés y la elevada estima que tenía por los documentos a su resguardo motivó que, durante su éxodo, llevara consigo los papeles que a su juicio eran de mayor importancia para la soberanía nacional.
Similitud con aquellos reyes antiguos en Persia, que cuando se trasladaban a otros palacios se llevaban con ellos copias de sus archivos.

Juárez caminaba, no obstante, con originales. Entendía que la conservación de la memoria histórica de México radicaba en ellos, que la amenaza no era menor y que sin estos la incipiente Nación estaría condenada al olvido.

En la actualidad, el propio Palacio de Lecumberri y tantos otros en los estados de la República, rememoran sin duda aquella cueva cerca de la Ciudad de Matamoros, Coahuila, llamada del Tabaco o Gruta de los Murciélagos, donde fue resguardado por indicaciones de Juárez y durante aquellos convulsos años el Archivo General de la Nación.

Este es sólo un ejemplo del gigante que era Juárez, sin demeritar otras virtudes y defectos tan referidos en la historiografía nacional, no obstante, este fragmento de su vida nos permite un llamado a la profunda reflexión de todas y todos nosotros.

La corta memoria genera constantes pesares, cada 21 de marzo recordamos el natalicio del padre del liberalismo mexicano y el gran impulsor de las Leyes de Reforma, que fueron la antesala de las instituciones civiles actuales; la obra de Benito Pablo Juárez García, bien nacido en Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806, nos permite reflexionar por sobre todo, que debemos llevar como nación y en la propia individualidad nuestra memoria a cuestas, para no repetir los errores del pasado.

No podemos heredar un mejor futuro ni dar orden a nuestras formas y fondos para realizarlo, si en nuestra evolución como sociedad olvidamos las situaciones por la que ha pasado nuestro querido México, el cual nos fue entregado más de dos siglos después del nacimiento del Benemérito de las Américas, por administraciones públicas corruptas, como un país derruido, saqueado, con 55 millones de pobres, 700 mil de ellos en Querétaro.

Querido México, querido Querétaro, no olvidemos nunca más.

Al margen: Para cuando terminé de escribir esta opinión, los senadores de Morena nos encontrábamos aún esperando a que los senadores de Acción Nacional se presentaran a trabajar, y continuar con ello el desahogo de la agenda legislativa de interés nacional.

Hemos tomado meticulosamente todas las medidas y recomendaciones que dicta la autoridad en materia de salud pública ante la coyuntura que representa el Covid-19, estableciendo inclusive un cerco sanitario en el Senado, limitando actividades y protegiendo a personas vulnerables.

No obstante, aún y cuando esa bancada fue coparticipe de la situación en que nos entregaron a México hace poco más de un año, no quieren participar en corregir y reconstruir lo que ellos mismo derruyeron. Por esa razón nuestro país debe mantener vigente y de manera permanente su memoria histórica, para que no vuelvan nunca más al poder.

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