Mucha tinta ha corrido en el análisis de la fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y sobre la cadena de corrupción que permitió que esto ocurriera. Ahora tenemos que ocuparnos de estructurar y dar fortaleza a nuestro sistema de seguridad penitenciario, y esto no lo vamos a lograr simplemente gastando cientos de millones de pesos en cámaras, alarmas y demás infraestructura carcelaria. Es imperativo encontrar mecanismos que blinden y protejan el elemento más vulnerable del sistema; me refiero al factor humano.

Aun y cuando se inviertan millones de pesos en adquirir e instalar la mejor tecnología en los penales de alta seguridad, de poco servirá si no nos ocupamos de blindar a las personas que la operan.

Proteger a los responsables de las decisiones y acciones estratégicas dentro de los centros federales de readaptación social no es imposible. Para ello propongo:

1.— Reactivar de inmediato los sistemas redundantes de videovigilancia, es decir, que el monitoreo de las cámaras instaladas en estas prisiones se haga nuevamente desde puntos de control externos, y no sólo desde el interior de estos inmuebles.

2.— Hacer efectivo lo dispuesto en el Art. 31, fracción VIII, de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que ordena que los equipos de bloqueo de señales de telecomunicaciones deben ser operados “por autoridades distintas a las de los establecimientos penitenciarios y en centros remotos”.

3.— Establecer un sistema tecnológico ajeno a la prisión, mediante el cual sea un software, y no una persona o un grupo, el que de manera aleatoria decida la rotación de celdas para los reclusos. Asimismo, que de esta forma se establezcan los cambios en los turnos y asignación de tareas para custodios y personal de vigilancia. Un sistema semejante es utilizado en la asignación de casos a jueces en el poder Judicial.

4.— Mantener bajo absoluta reserva y confidencialidad la identidad de los funcionarios encargados de tomar las decisiones estratégicas y más sensibles en la operación de los Ceferesos. Esta medida incluye al personal, que desde puntos lejanos debe controlar los equipos de videovigilancia, de bloqueo de señales de telecomunicaciones, las alarmas y los sistemas informáticos de rotación de reos y custodios, que planteo. La protección de la filiación personal debe incluir, además, a los agentes que en él realizan tareas de inteligencia para la prevención de fugas y motines.

5.— Asegurarse de que el personal responsable de operar la tecnología estratégica descrita se obligue a mantener la completa discreción y secrecía sobre la información que posee y las tareas que desempeña, so pena de ser sancionado administrativa y penalmente.

En conjunto, estas medidas fortalecerían directamente la seguridad de los guardias y empleados que de manera cotidiana desempeñan labores por las cuales mantienen contacto con los reclusos o sus allegados (abogados, familiares, etcétera), pues les quitaría enormes responsabilidades y dejarían de estar expuestos a presiones de los reos y sus grupos. Ello, prácticamente, los eliminaría como candidatos al soborno o la intimidación.

En conclusión, combatir la fragilidad del sistema penitenciario no depende sólo de mayor inversión en infraestructura y tecnología, sino de generar las condiciones para que el personal con tareas e información clave pueda desempeñar su labor de manera segura y lejos de la coacción y el cohecho.

Invitado Permanente de la Sociedad Civil ante el Consejo Nacional de Seguridad Pública. @andrea_ambrogi

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