De nuevo el Pollo Rock los saluda y les da la bienvenida a esta columna, y hoy les compartiré algunos pormenores, detalles y vivencias que he vivido en mi peregrinar rockero; hablaré de  esos chicos que buscan una oportunidad para dar a conocer sus ideas, sueños, vivencias y demás emociones, manifestadas en notas, buscando quién los lleve al estrellato.

En mis inicios, estuve un año y medio organizando tocadas con bandas emergentes, que  sin lugar a dudas  son la pieza fundamental del rock; eran tocadas de diferentes colores, sabores y magnitudes, pero eso sí, todas con fuerza y garra, pero sobre todo, el hambre de llegar. Entreviste a más de 300 bandas de las cuales, sin menospreciar a ninguna, sólo la tercera parte era candidata a llegar a los grandes planos, y podría mencionar a algunas, pero no lo haré porque podría olvidarme de alguna de esas guerreras incansables del escenario.

Y si de algo estoy seguro es de que la escena rock está más viva que nunca, gracias a las bandas nuevas que llenan de emoción a cualquiera e invitan a verlos tocar; podría tratarse de algunos “Godinez” que saliendo de la oficina, van a rascarle las cuerdas a las liras rocanroleras, y quienes se entregan al 100% a su público, sin importar si se trata de miles 
o solamente de una persona.

La cita para la experiencia, siempre acompañada de una “chela bien helodia” era todos los martes en la poderosa pulquería de Insurgentes, donde a partir de las 20:00 horas, la noche se convertía en una antesala del rock para degustar desde el tradicional cover, pasando por el ska, rockabilly, hasta llegar a la tan sabrosa electrocumbia, donde los exponentes sin importar el nombre o la poca trayectoria de la banda, reventaban el escenario con luces, alma y mucha pasión.

Por todas esas vivencias, recuerdos y cada sentir que me ha brindado alguna rola rocanrolera quiero aprovechar para dar un aplauso a esas personas que guerrean cada día en el nombre del rockanroll para dejar una huella, aunque sea 
a modo de primeras impresiones.

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