El presidente electo Andrés Manuel López Obrador al declarar en Tepic, Nayarit, que México estaba en bancarrota, agitó el avispero y lo agitó en serio. Su declaración más que describir acertadamente una situación, me pareció una justificación del por qué no podrá cumplir con todas las demandas de la población, aunque aclaró que sí cumplirá con sus promesas de campaña. Fueron muchas las voces que le advirtieron que no podría cumplir con tanta promesa por el costo que conllevan sus ejecuciones (se estiman 500 mil millones de pesos y no se observa de dónde los sacará, ya que ni eliminando las pensiones a ex presidentes, cancelando privilegios a la alta burocracia ni reduciéndoles el salario, se acerca a dicha cantidad); hoy el presidente electo deja ver que ya reconoce la realidad y empieza a curarse en salud. Inclusive me parece que aquí sí aplica el refrán que dice: “explicación no pedida, confesión manifiesta”.

Ante sus declaraciones hubo quienes le reclamaron incongruencia ya que, tan solo unos días antes en Monterrey, había declarado que recibía un país estable y sin crisis ni política ni financiera. Hubo también quienes, con enojo, le señalaron que eso no era cierto, que México no estaba en bancarrota, e inclusive le reclamaron que con su declaración enviaba un mensaje muy negativo que sin duda lesionaría las inversiones y la generación de empleos en el país.

Las declaraciones anteriores me llevan a pensar que, si bien es cierto que el Lic. López Obrador las emitió en otro contexto y por diversos motivos, a mí me parece que el país sí está quebrado si consideramos que el Diccionario Esencial de la Lengua Española define bancarrota de la siguiente manera: “quiebra comercial, ruina económica, descrédito de un sistema o doctrina”. A la vista salta que el país no presenta ni quiebra comercial ni ruina económica, pero también es evidente que el sistema actual está más que desacreditado. Para ello basta observar que la mitad de la población se encuentra en condiciones de pobreza, la calidad educativa es deficiente, como también lo son algunos de los servicios que ofrecen los tres niveles de gobierno (seguridad, justicia, etc.).

Lo anterior si bien me lleva a afirmar que México sí está en bancarrota y también a señalar que salir de dicha bancarrota sí es posible. Para ello se hace necesario, primero, reconocer que el sistema actual tal cual funciona hoy no sirve. Segundo, asumir una actitud humilde, solidaria y subsidiaria al enfrentar los problemas reales del país. Tercero, eliminar tajantemente la perspectiva electoral en todas las acciones de gobierno. Cuarta, acercarse y escuchar a la población pero guiarse por los expertos en los temas a tratar.

Finalmente, manifiesto que percibo que el próximo gobierno federal, que llega con un bono democrático como hacía mucho no se veía, tiene la enorme y grave responsabilidad de corregir el rumbo y, sobre todo, de avanzar realmente. Si no lo hace así, vendrá una “quiebra democrática” que lesionará a millones de mexicanos y por varias generaciones. Es por ello, porque México no debe alcanzar la “bancarrota democrática” que yo habré de hacer todo lo que esté en mis manos para que el gobierno del Lic. López Obrador sea exitoso.

Fuente de los deseos: Ojalá todos entendamos que para salir de la “bancarrota” en la que viven millones de mexicanos, todos necesitamos trabajar unidos con una nueva actitud.

Postdata: No dejen de leer el artículo de Lorenzo Meyer titulado “El color del cristal” que versa sobre este tema: http://www.eluniversal.com.mx/columna/lorenzo-meyer/nacion/el-color-del-cristal.

Google News