Dice Luca Gualtieri, periodista italiano, que sin datos uno es simplemente una persona más que opina. Pero opinar ofreciendo información, motiva a tener una discusión más informada y aún así, podemos equivocarnos.

La semana pasada se dieron a conocer dos informes sobre la educación media superior (EMS) del país, que es importante comentar para tratar de prevenir el error, mal opinar y discutir qué ocurre con el joven bachiller. El primero se refiere a los resultados de la Encuesta Nacional de Inserción Laboral de los Egresados de la EMS 2019 (INEGI) y el segundo, a los resultados del sondeo para conocer las experiencias de estudiantes, docentes, directivos, y padres de familia durante la clausura escolar. Este último estudio fue conducido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) y participaron 260,934 agentes educativos, de los cuales 63 por ciento fueron jóvenes entre los 15 y 17 años.

Contrario a la encuesta del INEGI —que abarcó 13,297 viviendas con jóvenes de entre 18 a 20 años—, el estudio de la Mejoredu no pueden hacer inferencias más allá de la muestra. Por eso, sus recomendaciones (“aspectos centrales en el marco de la política educativa”) abren dudas sobre su validez. Si no puede haber representatividad, ¿cómo sugerir que se hagan cambios curriculares, por ejemplo, si el bachillerato general concentró la mayor parte de las respuestas por sobre el tecnológico, profesional técnico, privado y “otros”? Aún con datos, se puede tener una opinión infundada.

A partir de sus propios datos, la Mejoredu hace también interpretaciones que requieren revisión. Por ejemplo, cuando los estudiantes reportan que de quienes más han recibido apoyo durante el encierro fue de sus compañeros de clase (54%), amigos (53%), padres (49%) y al último, de los maestros (42%), la Comisión señala que esto se debe a que el joven es más “autónomo” que la niña o el niño y por eso recurre a sus pares. También asume que “madres y padres no siempre tienen los conocimientos necesarios para brindar tal soporte”. Esto puede ser cierto, pero, ¿en dónde estaban las y los maestros para apoyar con el conocimiento requerido al joven bachiller? Que el estudiante reporte que la y el maestro no lo apoyó al nivel de sus padres y compañeros implica, entre otras cosas, analizar las condiciones de trabajo docente. Con datos se puede argumentar a favor de la “revalorización” del magisterio; de otra forma, parece “romantización”.

INEGI, por su parte, ofrece también datos interesantes. De 2014 a 2019 hay una ligera proporción más grande de jóvenes cursando el bachillerato público (81% y 83%, respectivamente), casi 80 por ciento del total de los jóvenes que han concluido su bachillerato ha trabajado, y hubo 603 mil jóvenes que desistieron de continuar a la universidad. ¿Las razones? Falta de recursos económicos (32.0%), no se quedaron en la institución de su “elección” o no aprobaron el examen (19.9%), y no les interesó seguir estudiando (10 por ciento). Con base en estos datos, ¿qué opinión le merece el extenso programa de becas?

Feliz navidad.

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