Para nosotros, las y los integrantes de la Familia Rincón Gallardo Pavón, el año de 1999 fue crucial por muchas razones. Por una parte, fue el fin de una etapa, iniciada en 1989, con la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y que llevó, de manera natural, a mi padre, Gilberto Rincón Gallardo, a institucionalizar por la vía democrática y electoral su lucha por la igualdad y la justicia social, realizada desde su juventud en las filas del Partido Comunista Mexicano. Fue, precisamente, en 1999 que mi padre presentó su renuncia al PRD en razón de que este instituto político, para avanzar electoralmente, había empezado a recurrir a una visión instrumental que lo situó cerca de posiciones políticas que difícilmente se armonizaban con el ideario de izquierda que tuvieron en mente sus fundadores. Adicionalmente, mi padre renunció al PRD porque observaba con tristeza y rabia cómo la civilidad y la voluntad de consenso que acompañaron los debates comunistas –no exentos de polarización, por supuesto– habían cedido a la franca confrontación facciosa y el arrebato temperamental de algunos dirigentes y sus tribus. Y, por otra parte, el año de 1999 fue crucial para nosotros y nosotras porque significó el inicio de la aventura socialdemócrata de mi padre, con el popularmente conocido como Partido de la Rosa, y que fue reconocido en la elección presidencial del año 2000 como la opción política que faltaba a nuestro país. En aquel momento, la ciudadanía entendió que la lucha que Gilberto Rincón Gallardo estaba librando desde Democracia Social era una lucha a favor de los ideales de igualdad y justicia propios de la izquierda, pero con un fuerte acento institucional, democrático y con voluntad de coincidencia con otras fuerzas políticas. Sólo desde una visión socialdemócrata es que podemos tomarnos en serio al paradigma de los derechos humanos y la no discriminación como una vía para acabar con la desigualdad y la pobreza, al tiempo que se va reconstruyendo el tejido social lastimado por los años de acciones erróneas y omisiones deliberadas por parte del Estado anquilosado.

Ahora, más de quince años después de la salida de mi padre del PRD y de su tentativa de construir una opción socialdemócrata para nuestro país, es que yo vuelvo a las filas de la militancia en nuestro Partido. El que construimos con esfuerzo, a contracorriente, temiendo la represión y el abandono electoral, pero con la convicción de que la defensa de la igualdad y la justicia social sólo son patrimonio de la izquierda. Hoy vuelvo al PRD, con las mismas convicciones de mi padre, pero con el aprendizaje político que significa haber trabajado, desde la Fundación Gilberto Rincón Gallardo y el Municipio de Querétaro, en la ruta de los derechos humanos y la no discriminación. Mi padre tenía muy claro que, precisamente, era este lenguaje de los derechos el que faltaba en un proyecto de izquierda como el que dejaba atrás aquel año de 1999; y que éste vocabulario garantista sólo tiene sentido en un proyecto socialdemócrata que no sólo observe al combate de la desigualdad como su principal objetivo, sino que entienda que este propósito no se realizará a menos que nos tomemos en serio los valores de respeto a la diferencia y valoración positiva de la diversidad que definen nuestras prácticas democráticas. Hoy, quince años después de aquel crucial año de 1999, acompaño a Agustín Basave en su proyecto de refundación del Partido, convencida de que él es un buen hombre, en quien cabe la sensatez del diálogo y la fuerza de las convicciones de izquierda que ahora convergen en su proyecto socialdemócrata.

¿Qué espero de esta nueva etapa en mi carrera política? Por supuesto, civilidad, respeto y capacidad de diálogo y debate. Pero también la materialización de los ideales que nos caracterizaron, desde el PCM hasta el Partido de la Rosa, y que hicieron de mi padre esa figura que, en el ya mítico debate presidencial previo a las elecciones del año 2000, llamaba a –evocando a Benedetti– caminar juntos y juntas, codo a codo, para que la suma de nuestras voluntades sea más que las de dos personas cuyo principal interés es la lucha por la justicia social y la educación para todas y todos.

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