Han caminado juntos desde 1997, cuando el entonces dirigente nacional del PRD buscó al político priista que quería ser candidato a gobernador de Zacatecas, para invitarlo a dejar al PRI y ser postulado por el perredismo. De entonces a la fecha, casi 25 años después, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Monreal han tenido siempre una relación de mucha cercanía y coordinación, en la que el zacatecano reconoce el liderazgo y la jefatura política del tabasqueño, pero al mismo tiempo que le tiene toda la lealtad a López Obrador, Monreal ha mantenido siempre su propia autonomía como político.

Esa dupla política, que impulsaron juntos el crecimiento y consolidación de dos partidos, primero del PRD y luego de Morena, hoy está a punto de la ruptura. La lealtad y cercanía que Monreal le ha profesado a López Obrador no fueron suficientes para que el Presidente se molestara y le reclamara al zacatecano una supuesta “traición” en las pasadas elecciones del 6 de junio, luego de que el grupo más radical de Morena, encabezado por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, acusaran al senador de ser el responsable de sus vergonzosas derrotas en la Ciudad de México, donde perdieron 11 alcaldías y la mayoría del Congreso local.

El Presidente no sólo enfrió la relación con Monreal al comprar las acusaciones de “traición” de los duros de la 4T, sino que hasta dejó de invitar a desayunar a Monreal a Palacio Nacional, a donde solía acudir cada semana el líder senatorial para revisar con el jefe del Ejecutivo los temas de la agenda política y legislativa. Hoy esos desayunos ya no existen y la comunicación privilegiada que tenía el zacatecano con Palacio Nacional se ha visto abruptamente interrumpida.

La señal más clara del distanciamiento —casi rompimiento dicen algunos— que hoy priva entre el coordinador morenista del Senado y el inquilino de Palacio Nacional ocurrió la semana pasada, durante los dos intentos del Presidente para que se convocara a un periodo extraordinario en el que se aprobara la Revocación de Mandato: la instrucción directa de López Obrador fue que sólo la secretaria Olga Sánchez Cordero operara como “el único conducto autorizado” para conseguir los votos de Morena y de los aliados del PT, PVEM y PES en favor del extraordinario. A Monreal, que había sido un eficiente operador en las reformas constitucionales y las iniciativas de ley importantes para la 4T, lo hicieron prácticamente a un lado, con el resultado ya de todos conocido.

Ese fue el primer aviso de que el político zacatecano ya no tenía la confianza del Presidente para operarle sus reformas. Lo que ha seguido en esta última semana es un embate abierto en el que los grupos contrarios a Monreal en la bancada de Morena han empezado a moverse en busca de “tirar” al coordinador parlamentario, que pese a la molestia presidencial, aún tiene el apoyo de un número importante de los senadores morenistas. Según un conteo interno entre los 62 integrantes de la bancada morenista, unos 43 senadores estarían a favor de Monreal, mientras los otros 19 estarían en contra.

A pesar de eso, en el mismo Senado se da por hecho que, ante el distanciamiento del Presidente, pronto podría venir un embate para tratar de cambiar al coordinador morenista en el Senado, aunque no está claro si lo lograrían en un primer intento. Lo que sí ha comenzado a hacer el Presidente es a desactivar a Monreal como su operador y a mandar los mensajes a los 62 senadores de su partido de que el zacatecano ya no es su conducto directo con ellos.

Las muestras de confianza y lealtad entre López Obrador y Monreal fueron muchas en estos 25 años de caminar juntos: desde el “monrealazo” con el que Ricardo dejó al PRI por el veto de Ernesto Zedillo para volverse candidato del PRD y gobernador de Zacatecas; luego la sucesión en ese estado en 1998, cuando Monreal como gobernador sacrificó a su candidato Tomás Torres, para aceptar la postulación de Amalia García que impulsó el tabasqueño; hasta el apoyo y la operación del monrealismo en las campañas de López Obrador en 2000 a Jefe de Gobierno del DF, en 2006 a la Presidencia, cuando Monreal fue de los pocos que se mantuvieron leales a Andrés Manuel tras la polémica toma de Paseo de la Reforma, y por eso lo hizo su coordinador de campaña en 2012.

Para 2015, cuando López Obrador logra fundar Morena y obtiene el registro del INE, es el tabasqueño quien convence a Monreal de ser candidato a jefe delegacional en Cuauhtémoc, cargo que el zacatecano no quería, pero termina aceptando ante un ofrecimiento puntual del entonces dirigente nacional morenista: “Si quieres ser candidato a jefe de Gobierno, tienes que ser primero jefe delegacional en Cuauhtémoc”. Por eso cuando en 2018, Monreal busca la candidatura de Morena al gobierno de la CDMX, se sentía seguro de tener el apoyo de López Obrador que así se lo había prometido.

Pero cuando vienen las siempre sospechosas encuestas de Morena y todo favorece a Claudia Sheinbaum, Monreal se siente lastimado y traicionado, no sólo por no haber sido el candidato, sino porque López Obrador nunca le habló claro ni le dijo que ya estaba decidida la candidatura para Sheinbaum. Tras la molestia y el desconocimiento de las encuestas, el zacatecano se acerca al PRI y PRD que lo buscaban y negocia una alianza para ser candidato a jefe de Gobierno; cuando ya todo estaba listo para que se anunciara la candidatura que le competiría a Morena en la ciudad, Monreal recibe una llamada de López Obrador que pide verlo en su casa de Tlalpan.

“¿Qué vas a hacer?”, le pregunta Andrés Manuel, y Monreal, sin dudarlo le responde: “Pues no me dejó otra salida, ya acepté ser candidato”. El tabasqueño sonríe y con un tono casi paternal le dice: “Tú eres libre de decidir lo que quieras, pero yo voy a ganar, ayúdame a transformar al país y te necesito para hacer la transformación”. Ahí se pacta que Monreal vaya al Senado como líder de Morena para desde ahí operar las reformas e iniciativas del Presidente, algo que el zacatecano cumplió con efectividad, lealtad y en algunos casos, incluso asumiendo los costos de iniciativas polémicas y controvertidas que le pedía el Presidente.

Hoy esa relación de 25 años, en la que Monreal defiende su lealtad, pero también su autonomía, mientras que López Obrador ha dicho que “Ricardo es un operador leal y efectivo, pero él tiene su propia agenda”, está en un punto de tensión, en el que no se sabe todavía si sobrevendrá el rompimiento total, que se evitó en 2018, o si habrá algún punto de reencuentro y de acuerdos entre el senador y el Presidente, que tampoco puede descartarse.

El escenario que hoy se vive en el Senado lo describe puntualmente un político afín a la 4T que confirma que sí hay un embate e intentos de rebelión y deposición en la mayoría morenista en el Senado. “Ricardo Monreal va a aguantar, va a resistir. No es un político débil, tiene fuerza y trayectoria y lo demostró desde el monrealazo de 1997 cuando se enfrentó a Liébano Sáenz y Ernesto Zedillo. Podría haber arreglo, no se descarta, pero también podría venir una embestida definitiva para tratar de quitarle a Monreal el control de la bancada morenista en el Senado. Y ahí sí veremos qué sucede”, dice el político.

NOTAS INDISCRETAS…

Ayer, a una semana de que inicie la 65 Legislatura de la Cámara de Diputados, comenzó la disputa por el control de la Junta de Coordinación Política que reclaman, al mismo tiempo, la mayoría morenista y el bloque opositor al que ya se suma también Movimiento Ciudadano. El jaloneo es un anticipo de las tensiones y las vencidas que veremos en San Lázaro a partir de este 1 de septiembre. Ante el argumento del bloque opositor, de que ellos deben tener la Presidencia de la Jucopo, porque completan juntos un 40% de la representación total de la Cámara, mientras Morena alega que ellos tienen más del 53% y les corresponde encabezar el órgano de gobierno interno. Es tal la molestia de los morenistas, por la insistencia y el desafío del bloque opositor, al que ya se sumó también MC para un total de 222 votos contando al PRI, PAN y PRD, que ayer el coordinador morenista, Ignacio Mier, amenazó con que si insisten en pelearles la Jucopo, el bloque oficialista podría declararse como una sola “megabancada”, es decir, que para aplastar definitivamente los desafíos opositores, serían capaces de pedirles a los 43 diputados del PVEM y a los 37 del PT que les dijeran a sus legisladores que se vuelvan morenistas y de ese modo construir una “aplanadora” tan potente y autoritaria como en las épocas del viejo PRI. Y luego dicen que son “diferentes”… Por cierto que las presiones para los verdes en el Congreso están con todo. No puede haber una declaración, un comentario o una entrevista banquetera en la que los líderes del PVEM digan algo, sin recibir un mensaje desde Palacio Nacional. Como si se tratara de un proxeneta que vigila a trabajadoras que cree de su propiedad, el inquilino de Palacio ha dado la instrucción de que a los verdes se los traigan “bien vigilados y muy cortitos”, no vaya a ser que los congresistas del partido del tucán le den el volteón, como ya lo han hecho en otros sexenios, y entonces sí, a López Obrador y a Morena se le caería su mayoría. Como decía aquella frase atribuida falsamente al Quijote y que en realidad fue dicha por El mío Cid: “Cosas veredes”: la fuerza de la 4T y de AMLO en el Congreso está en las manos de los Verdes, profesionales del camaleonismo político…Los dados mandan Capicúa. Se repite el tiro.

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