La economía y la seguridad se perfilan como los dos talones de Aquiles del presidente Andrés Manuel López Obrador en el arranque de su gobierno. La primera por el muy lento y bajo crecimiento en casi todas las actividades productivas que tiene preocupados a los empresarios y frenadas las inversiones; y la segunda por el muy acelerado aumento exponencial de la violencia y los delitos más graves que se disparan en estos primeros cuatro meses de la nueva administración.

El problema ante la situación económica y de seguridad, no es sólo que el discurso de las herencias negativas y “podridas” del pasado que todos reconocen, empieza a desgastarse cada vez más, sino la misma retórica presidencial, que suele responder a los cuestionamientos en estos dos rubros fundamentales para la marcha del país con un “están equivocados” o “yo tengo otras cifras”, también choca de frente con la realidad de los datos y las cifras oficiales que se le estrellan en la cara al presidente.

Y es que ha sido el propio López Obrador el que, primero por la persistencia que le caracteriza, pero después por algo más parecido a la terquedad, se autoimpuso dos camisas de fuerza precisamente en los dos temas que más se le están complicando en su primer año de gobierno.

Por un lado el presidente se casó con la idea de que un crecimiento de 4% era posible en la economía en su primer año y hasta confió en las promesas y lisonjas de empresarios que ofrecieron ayudarle a cumplir esa meta. Hoy, aunque él sigue apostando a un crecimiento irreal y fantasioso, y se niega a aceptar públicamente los recortes en los pronósticos de organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, las calificadoras financieras o incluso de instituciones nacionales como el Banco de México o su propia Secretaría de Hacienda, la realidad es que si nos va bien la economía mexicana crecerá  1.5% o un poco más, pero nunca cerca de las expectativas que sigue defendiendo el presidente.

Lo mismo le acaba de ocurrir en el tema de la seguridad pública. Es cierto que la crisis heredada del gobierno de Peña Nieto ya era muy grave, pero también es real que como presidente electo, el actual mandatario ofreció “revertir la inercia negativa en el crecimiento de la inseguridad” en los primeros meses de su gobierno. Hoy no sólo no se revirtió ninguna tendencia, sino que, a pesar de que él afirma públicamente que “es falso que los homicidios estén aumentando” y se enfrascara en debates de cifras, los datos oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública confirman un crecimiento de los asesinatos violentos en el país en los primeros meses del año, tanto en el primer bimestre de 2019, con 13.5% ejecuciones más que en 2018 con 5,649 homicidios en enero y febrero, como incluyendo el mes de marzo, con un crecimiento trimestral de 9.60% más que el año pasado, para un total de 8,469 homicidios violentos, casi 95 por día, en lo que va del año.

Y aún con esas cifras, que muestran una clara tendencia al alza y que analistas creen que seguirán subiendo —especialmente en el verano que estadísticamente siempre muestra crecimiento de asesinatos— López Obrador se comprometió ayer, desde Veracruz, en su conferencia de prensa mañanera, a que “en 6 meses van a disminuir los índices de inseguridad en el país” con el avance de sus programas sociales, como Jóvenes Construyendo el futuro, que planea quitarle la “base social juvenil” a la delincuencia organizada, y con la instrumentación de la Guardia Nacional. Esa es la segunda camisa de fuerza que, solito, se puso el presidente y que en 6 meses, de aquí al 22 de octubre, le van a estar reclamando sus críticos y opositores.

¿Será que el político que, tanto sus seguidores como sus críticos, reconocían que tenía los mejores reflejos para reaccionar ante una crisis, hoy en el inmenso poder de la Presidencia empieza a mostrar signos de necedad y lentitud para advertir y enfrentar atinadamente las situaciones críticas?

NOTAS INDISCRETAS…Tras el espaldarazo abierto que el presidente fue a darle al gobernador Cuitláhuac García, a quien defendió en todo momento como “un hombre honesto”, más nunca dijo que fuera efectivo para gobernar, hay demasiadas voces, tanto de veracruzanos como de otras partes del país que no compraron el aval que López Obrador le fue a dar a su pupilo. Primero porque entre los medios y los analistas veracruzanos hay mucho escepticismo de que la sola cualidad de “honesto”, concediendo que el gobernador lo sea, vaya a sacar a la entidad de la peor crisis de seguridad en su historia que, con todo y que es heredada, hoy es responsabilidad de Morena y de los gobernantes que a nivel estatal y municipal tienen el poder mayoritario en el estado. Y es que no sólo desconfían del gobernador sino de su equipo al que le cuestionan no sólo la falta de pertenencia a la entidad, pues muchos de ellos provienen de otros estados del país, sino su falta de resultados concretos en los meses que ya llevan gobernando, es el caso del secretario de Gobierno, Erick Cisneros Burgos, que aunque nació en Tierra Blanca tiene poco arraigo en el estado y del secretario de Seguridad estatal, Hugo Gutiérrez Maldonado, originario de Nuevo León, en donde había sido destituido en 2016 de un cargo en la procuraduría estatal por un caso de extorsión de policías ministeriales a un empresario regio. El problema es que las dudas, con todo y el compromiso de López Obrador, de que “vamos a rescatar a Veracruz”, también se expresan en los estados vecinos, como en Oaxaca, donde ayer el gobernador Alejandro Murat de plano dijo que había que “cerrar las fronteras” de su estado con Veracruz, en los rumbos del sur veracruzano, para evitar “que nos contamine Veracruz y que nos pase el efecto cucaracha”. Nomás le faltó proponer a Murat construir un muro en los límites entre Veracruz y Oaxaca. Total que sólo López Obrador, y su madrina Rocío Nahle, parecen confiar ciega y plenamente en la capacidad del académico Cuitláhuac García, a quien dentro de Morena ya empiezan a referirse como el “Delfino”, y no porque le vean tamaños para el 2024, sino porque comentan que Cuitláhuac acabará siendo tan fallido para Morena y para el lopezobradorismo, como lo hubiera sido la maestra Delfina Gómez si hubiera ganado el Estado de México en 2017…Los dados mandan Escalera doble. Muchos huevos, pero de Pascua. 

sgarciasoto@hotmail.com

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