Aparecen dos nuevos frentes de batalla. Uno, encabezado por el diputado Porfirio Muñoz Ledo, uno de los fundadores de Morena, que marca distancia de la postura autoritaria del presidente, y encabeza a un grupo de morenistas decepcionados; y, por otro, la publicación liberal inglesa The Economist que le dedica la portada y nota principal de su edición semanal al Presidente.

Con dos frases lapidarias: el Presidente “está mareado de poder” y “el falso mesías de México”, ambos frentes describen  —para la posteridad— la personalidad de AMLO.

Durante su participación en el seminario “Autonomía e Independencia Judiciales, División de Poderes y Democracia”, organizado por la Cámara de diputados, Muñoz Ledo advirtió a los mexicanos que el Presidente “está mareado de poder”; “impulsa reformas con un talante provinciano, de rancho”; “está en riesgo la división de poderes, el federalismo y el municipalismo”; y —aún más— viviremos un trienio de “un gobierno autoritario que puede convertirse en despótico”. Aunque sus detractores lo acusan de estar enojado porque no le tocó “hueso” en la siguiente legislatura, otros consideran que es un acto de dignidad ante el burdo manejo político que ha hecho el Presidente de los diputados y senadores de su partido, a quienes somete para aprobar sus iniciativas sin modificarles ni una coma.

Por su parte, el influyente semanario The Economist, especializado en relaciones internacionales y económicas, y dirigido a la élite de inversionistas internacionales, hace un balance del gobierno de AMLO.

Directo y sin falsos respetos, diez días antes de las elecciones, advierte a los inversionistas internacionales —y de paso a los electores mexicanos— que AMLO está hambriento de poder; es un populista autoritario; “persigue políticas ruinosas por medios indebidos”; “es un peligro para la democracia mexicana”; divide a los mexicanos; se burla del estado de derecho; desprecia las reglas; sufre “necrofilia política”, o “amor por las ideas que han sido probadas y han demostrado que no funcionan”; prohíbe la inversión privada en hidrocarburos; no escucha consejos (su eslogan en las reuniones de gabinete es “¡Cállate!”); desdeña la experiencia, que ha hecho de su gobierno menos competente; su política de “abrazos, no balazos” no ha reducido los asesinatos; en corrupción estamos como antes; y, México está entre los peores países: ha sufrido 477,000 muertes por la pandemia; entre otras cosas.

Pero la crítica más demoledora está en la simbología de su portada. Presenta a un tirano con aire de santidad: el titular “El falso mesías de México”; debajo, una fotografía de busto de López Obrador con los ojos cerrados mirando a su izquierda; un haz de luz que sale de su cabeza; un letrero de Pemex; la imagen de una refinería contaminante; un grupo de soldados, uno de ellos con un arma de grueso calibre; un grupo de personas, dirigidas por un militar, cruzando un puente; y, sobre todo, a su espalda, se dibuja lo que parece una suástica nazi.

La respuesta gubernamental acusa a The Economist de pretender influir el voto en contra del Presidente. Sin embargo, los hechos están a la vista: la campaña permanente del presidente en favor de su partido; el ataque sistemático al INE; la descalificación de opositores y competidores; así como sus cuestionables resultados gubernamentales.

Lo cierto es que tanto el populismo como el autoritarismo presidencial comienzan a ser reconocidos en el exterior.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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