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Pocas dudas quedan sobre el hecho de que América Latina enfrenta un contexto internacional incierto en materia política y económica. La inestabilidad en la península coreana, el incompensable accionar de Donald Trump en algunos frentes de la agenda internacional y la crisis de refugiados aún irresuelta, entre otros temas, hacen que sea casi imposible predecir qué deparará el año que comienza.

Durante el 2017, América Latina estuvo lejos del debate internacional. El primer año de Donald Trump en el poder, cuya agenda internacional estuvo principalmente centrada en Eurasia, sumado a una Unión Europea aún oscilante tras la salida del Reino Unido —y a excepción del debate del muro y la renegociación del TLCAN con México—, posicionaron a América Latina en un segundo plano en un contexto internacional ya de por sí complejo.

Desde una mirada política, la escasa presencia de la región en temas centrales de la agenda global puede resultar hasta en un activo. Basta con ver las peleas virtuales entre Trump y Kim Jong Un sobre quién tiene el botón nuclear “más grande y poderoso” para darnos cuenta que para una región como América Latina —con varios desafíos internos por resolver— resulta mucho más rentable seguir bajo una “diplomacia del silencio”. Asimismo, desde una mirada económica y comercial, la región sigue muy descolgada del resto del mundo y esto sí es un riesgo. Las nuevas dinámicas que adquieren las negociaciones comerciales son ejemplo de cuán riesgoso es darles la espalda. Ante un sistema multilateral del comercio en una patente crisis, diversos acuerdos plurilaterales avanzan en paralelo. La última conferencia ministerial de Buenos Aires dejó en evidencia que la Organización Mundial del Comercio (OMC), hasta no alcanzar un cambio estructural profundo, difícilmente podrá lograr los consensos necesarios para avanzar en la agenda que se propone.

Por otra parte, América Latina enfrenta aún el inmenso desafío de reorganizar su integración regional; si no, difícilmente será considerada un actor comercial protagónico con una voz clara en el contexto internacional. Hoy en la región existen alrededor de 30 acuerdos comerciales, equivalente a 80% del comercio intrarregional. Asimismo, estos acuerdos existentes ejecutan reglas diferentes. Esta diversidad de reglas ahoga el comercio de los bienes intermedios. Es decir, la baja armonización de las reglas regionales del comercio hace que la participación de América Latina en las cadenas globales de valor siga siendo muy baja (quizá sea éste uno de los principales desafíos que hoy tenga la región por delante para dinamizar la economía regional). Esta baja integración nos hace menos competitivos en los debates estratégicos que tienen otras regiones emergentes. Es decir, mientras hoy en América Latina nuestro principal desafío pasa por ver cómo podemos integrarnos a cadenas de valor del mercado automotriz tradicional, en Asia Pacífico de lo que están hablando es de cómo hacerlo para autos que requieran inteligencia artificial. Para cuando en América Latina creamos que hemos llegado a la meta por haber logrado una cadena de valor regional, seguramente nuestro logro será obsoleto.

Por otra parte, la región se acerca a una ola de elecciones muy importante. En 2018 se concretarán seis elecciones: Costa Rica (febrero), Paraguay (abril), Colombia (mayo), México (julio), Brasil (octubre) y Venezuela antes del 30 de abril.

Esta ola electoral se dará en medio de fuertes denuncias por corrupción vinculadas con partidos políticos en varios países.

En definitiva, el actual contexto internacional incierto que podría transformarse —para regiones emergentes como América Latina— en una oportunidad para alcanzar un mayor protagonismo económico, encuentran hoy a la región encerradas en debates que la distancian cada vez más de las oportunidades que otras regiones como Asia sí parecen estar aprovechando, creciendo económicamente a tasas superiores al 5%.

En un contexto incierto, América Latina parece tan perdida como antes. Sin haber encontrado su rumbo. Parece que cada veinte años siempre volvemos al inicio, al mismo casillero del que partimos. Como bien describiera Séneca en aquella carta a Lucilio: “cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables.”

De TheGlobalAmericans.orgpara Grupo de Diarios AméricaAnalista internacional

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