Durante la elección presidencial del 2000 se discutió de manera intensa la posibilidad de que el PAN y el PRD —principales partidos de oposición— formaran una alianza para llevar un mismo candidato presidencial. Los argumentos giraban en torno a que ofrecía mayores posibilidades de derrotar a un PRI que había ocupado ininterrumpidamente la Presidencia de la República por más de 70 años; en contra se afirmaba que eran partidos de signo ideológico distinto y que, en consecuencia, no podrían armar un proyecto viable para ofrecer a la ciudadanía. En las negociaciones ganó la idea de la unidad para derrotar al partido y se avanzó en la posibilidad de construir un proyecto democrático.

Sin embargo, la cuerda se rompió por lo más delgado. Los dos principales precandidatos pugnaban por distintos métodos de selección; por encuesta el PAN y por votación el PRD. Al no poder ponerse de acuerdo  la alianza se malogró. No obstante, se presume que un sector no menor de la ciudadanía optó por el voto útil, es decir, votar al candidato con mayores posibilidades de éxito.

Se sostiene, que ese voto útil fue una de las principales razones por las que ganó Vicente Fox la elección presidencial y se produjo, por primera vez, la alternancia en la Presidencia de la República. Luego, en varios estados se replicaron esos procesos de negociación en elección de gubernaturas; en algunos casos con éxito. Sin embargo, en diversos círculos académicos, políticos y de opinión pública se mantuvo la idea de que se trataba de alianzas “contra natura”.

Este relato viene al caso porque a principios de esta semana los presidentes del PAN, PRI y PRD llevaron su alianza hasta la capital de  Estados Unidos, con el objeto de denunciar ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lo que consideran una inadecuada intervención del crimen organizado y del narcotráfico en el pasado proceso electoral nacional. Además, presentaron reclamos frente a lo que consideran una actitud hostil del presidente López Obrador hacia las autoridades electorales, sus opositores y los medios de comunicación.

Es difícil conocer cuál será el destino de esta gestión, lo cierto es que muestra que el debate del carácter de las coaliciones en México no se ha cerrado. El prejuicio de que las coaliciones sólo son posibles cuando los actores tienen coincidencias ideológicas se desmorona cuando se le antepone el argumento de la debilidad individual de cada uno de los opositores frente a la “hegemonía” del partido en el poder. Antes fue el PRI, hoy es Morena. Por eso, se explica la alianza que hicieron el PAN, el PRI y el PRD, su compromiso de mantener su alianza en los trabajos legislativos y ahora su peculiar periplo por Estados Unidos. Si bien la alianza genera suspicacia en muchos sectores, lo cierto es que, de mantenerse unida tendrá el 39.8% de la Cámara de Diputados; eso, en sí mismo, es un incentivo para sostenerla.

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