En la madrugada del domingo, fue capturado en Apaseo el Alto, Guanajuato, José Antonio Yépez Ortiz, cabecilla del llamado Cártel de Santa Rosa de Lima. Van algunos apuntes sobre el hecho:

1. En primer lugar, hay que felicitar a todas las instituciones estatales y federales que participaron en esta detención. No es cosa menor: a Yépez, se le imputan gravísimos hechos. Está acusado de incontables actos de robo, secuestro, extorsión y homicidio. Había eludido varios intentos de captura y se había convertido en el símbolo perfecto de la impunidad en Guanajuato. Por donde se mire, es buena noticia que finalmente vaya a enfrentar a la justicia.

2. Esta captura fue resultado de un trabajo paciente y coordinado de múltiples instituciones federales y estatales. Eso significa que la cooperación en el terreno operativo sobrevivió a la disputa política entre el gobierno de López Obrador y las autoridades panistas del estado de Guanajuato. Eso también parece una buena noticia: es posible tener colaboración entre niveles de gobierno, aún en condiciones de conflicto político.

3. La detención de Yépez prueba que, contrario a lo señalado en repetidas ocasiones tanto por el presidente López Obrador como por el secretario Durazo, la política de decapitación de grupos criminales persiste en la actual administración federal. Eso puede ser bueno o malo, pero ciertamente hay en este tema particular más continuidad que ruptura con las prácticas de los dos gobiernos previos.

4. ¿Con esto empieza la pacificación de Guanajuato? ¿Se detiene la oleada de violencia que ha enfrentado ese estado desde hace varios años? No lo sé de cierto, pero francamente lo dudo. Después de tantos años y tantas capturas de presuntos líderes de grupos delictivos, me parece ingenuo suponer que la detención de una persona, por importante que parezca, puede tener efectos pacificadores significativos. Más bien, la experiencia apunta en el sentido contrario: una detención de este tipo tiende a desordenar el submundo criminal y tiende a provocar, al menos en el corto plazo, un incremento en el nivel de violencia.

5. ¿La captura del Marro significa que el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) ganó la guerra y se va a quedar con la “plaza”? Me parece que leer la crisis de Guanajuato en esos términos es un reduccionismo grosero. En ese estado, como en otros, existe un ecosistema criminal complejo, con actores armados de distintos tamaños y capacidades, alimentado por múltiples fuentes de ingreso ilícito, desde el huachicol hasta la extorsión masiva, y soportado por una estructura de protección política y policial. Esa realidad estructural no desaparece por la captura del presunto jefe de uno de los grupos en disputa, por prominente o visible que resulte.

6. ¿Qué debería seguir después de este hecho? En primerísimo lugar, un proceso judicial ejemplar para Yépez, con respeto pleno a sus derechos procesales. Después de casi cuatro décadas de perseguir capos, deberíamos de saber ya que no basta con una detención para tener efectos disuasivos, que si se quiere que algo así tenga un efecto pedagógico, se requiere justicia: un proceso a prueba de balas y con máxima publicidad. Por otra parte, hay que avanzar en la reconstrucción institucional del estado: alguien como el Marro pudo florecer en Guanajuato porque las instituciones de todos los niveles eran permeables a la corrupción. Eso las hizo frágiles (y eventualmente cómplices) ante la erupción de una economía ilegal.

En resumen, celebremos la captura del Marro. Ahora trabajemos para erradicar las condiciones que hicieron posible su carrera criminal.

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