Alfonso Romo es el arquetipo de empresario deAndrés Manuel López Obrador (AMLO). Lo considera un hombre de negocios ‘ejemplar’, respetado y un buen estratega. Confía tanto en él que le encomendó la coordinación de su proyecto de nación y, de ganar la Presidencia de México, lo nombrará jefe de gabinete.

Romo, sin embargo, es un empresario que los empresarios no quieren ni respetan. Principalmente los regiomontanos del llamado Grupo de los 10, donde resaltan figuras como Armando Garza Sada, de Alfa; “El Diablo” José Antonio Fernández, de FEMSA; Rogelio Zambrano, de Cemex; Tomás González Sada, de Cydsa y Adrián Sada González, de Vitro, entre otros.

“La inmensa mayoría, no sólo el Grupo de los 10, sino los otros 500, son opuestos a AMLO”, me dijo ayer uno de los empresarios regiomontanos más influyentes y con acceso a todas las reuniones del G10. “Alfonso Romo no tiene una participación activa (dentro de la iniciativa privada neoleonesa) y sí una gran animadversión de los principales empresarios”, agregó.

Alfonso Romo es hijo adoptivo de Nuevo León, porque se casó con Maca Garza Lagüera, nieta de Don Eugenio Garza Sada, fundador del Grupo Monterrey, pero nació en la Ciudad de México. “No es por eso que no se lo quiera acá, sino porque ha sido muy controvertido en su forma de hacer negocios, ha tenido una vida azarosa, por eso no tiene una buena imagen en el estado”, me dijo otro empresario regiomontano.

Y en efecto, Alfonso Romo ha tenido un trayectoria empresarial controvertida. Su historia empresarial comenzó a principios de los años 80, en el negocio de restaurantes cuando vendía cabrito. Luego entró a trabajar a VISA, la primera embotelladora de lo que se convertiría en Coca-Cola FEMSA, pero salió mal de la compañía. Él dice que se debió a su agresividad para expandirse y crecer, pero los dueños de la firma aseguran que los hizo perder mucho dinero.

Años después, su talante empresarial —que siempre ha tenido— y sus relaciones con otros empresarios le dieron su segunda gran oportunidad en el mundo de los negocios. Poco a poco se hizo del control de Cigarrera La Moderna, que en ese entonces conformaba el duopolio del tabaco junto con Cigatam, propiedad de Carlos Slim, hasta que en 1997 decidió vendérselo a British American Tobacco (BAT). Lo que son las cosas: la hija de la hoy dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, despacha
en BAT.

Su relación con Slim lo llevó al negocio financiero, pues le compró un firma de seguros, prácticamente quebrada, a la que logró darle la vuelta y convertirla en Seguros Comercial América, la cual unos 20 años después vendió a ING. También creó, al estilo de los pioneros del mercados de valores mexicano (como Slim), la casa de bolsa Vector, que sigue en sus manos.

Para mediados de los 90 Romo ya contaba con empresas en sectores como tabaco, empaques, materiales de construcción, agrobiotecnológicas, seguros, arrendamiento, textiles y energía. De la mano del gobierno emergía como una figura empresarial de altos vuelos.

Las relaciones empresariales y de amistad de Romo pasan por uno los principales mentores de los tecnócratas que llevan más de 25 años controlando la política económica de México: Pedro Aspe Armella, quien fue director, socio y presidente del Consejo del grupo financiero Vector, propiedad del ahora estratega de AMLO. Vaya vueltas que da la vida.

Uno de los últimos grandes emprendim   ientos de Romo fue Seminis, que llegó a controlar una buena parte del mercado mundial de semillas. La ética empresarial de Romo fue cuestionada recientemente por la periodista Mary Anastasia O'Grady, quien publico una columna que exhibe una dudosa operación financiera mediante la cual Romo obtuvo una ganancia 950 millones de dólares.

Pese a todo, Romo se mantiene como el principal estratega económico y enlace de AMLO con empresarios. Como hemos publicado aquí, hace meses emprendió una serie de acercamientos con Carlos SlimRicardo SalinasOlegario VázquezMaría Asunción AramburuzabalaMiguel Rincón y otros empresarios para transmitirles que no habrá cambios radicales en la política económica si ganan la Presidencia ni se echarán abajo las reformas estructurales.

Y aunque algunos empresarios regiomontanos desestiman la idea de que si Jose Antonio Meade se desploma, los hombres de negocios apoyarían a AMLO antes que Anaya, la hipótesis se mantiene y se fundamenta en el perfil y discurso de Romo: “No se preocupen, vamos a respetar a la iniciativa privada, porque esa es una obligación de un gobierno… no sólo se va a garantizar los derechos de los inversionistas privados, tanto nacionales como extranjeros, sino que se va a fomentar”, prometió hace unos días en Monterrey.

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