Dice la leyenda que cuando Tepuztecatl, Cuatlapanqui, Tlilhua, Papaztac y Tzocaca, creadores del arte del pulque, invitaron a comer a varios principales al monte Pozonaltépetl, todos tomaron cuatro veces, pero Cuextecatl, quien da nombre al pueblo huasteco, exigió el quinto trago y se emborrachó. Eufórico se quitó el maxtlatl (taparrabo) y empezó el estigma. De la vergüenza por el atrevimiento, los hablantes de esa lengua regresaron a Panotla, llamado también Pantla, hoy Pánuco, en Veracruz. Desde entonces, a quien tomaba de más o se mostraba hipersexual le decían: “Eres la imagen de Cuextecatl”.

Cuenta Miriam López Hernández, investigadora de la ENAH, en Desnudez y pudor entre los nahuas prehispánicos (UAEM-2017), que en las fiestas de Ochpaniztli (lámina 30 del Códice Borbónico) los cuextecas fecundaban a la diosa Toci (“madre de los dioses”) con enormes falos de papel simbolizando el amor sexual y la fecundidad.

La hermosa hija de Huemac, soberano de Tula, cierta ocasión vio a Tohuenyo, brujo convertido en huasteco, que desnudo vendía chiles (axi verde) en el mercado de Tula con su pene colgando; despertó su deseo sexual y la obsesión le ocasionó fiebre y enfermó hinchándose del cuerpo.

Preocupado, Huemac interrogó a las mujeres que la atendían, quienes respondieron que era por haber visto el genital de Tohuenyo. Lo mandó traer y le reclamó por qué no usaba maxtlatl; Tohuenyo respondió que en su tierra era costumbre andar desnudos.

“¡Tú antojaste a mi hija y tú la vas a sanar!”, le reprochó Huemac. Tohuenyo se rehusó, pero el soberano lo amenazó. Después de ser preparado y dormir con ella, la jovencita amaneció curada. Este relato de Sahagún, citado por León-Portilla, es retomado por Miriam López en su obra.

En el templo de Huitzilopochtli los informantes de Sahagún también relataban que Toci ejecutaba un rito llamado macuexyecoaya (mocuexyecoaya), que significa “ella tenía relaciones carnales con los huastecos” o “se lo deja hacer por ellos”.

Los huastecos eran impúdicos, pero sexualmente bien dotados, decían los nahuas. Hipersexualidad derivada de vivir al Este, del lado del Sol Saliente, de la Estrella Matutina, lo que los vinculaba con el nacimiento, el origen, la sexualidad y la fecundación.

De los borrachos, la desnudez y el exceso sexual, los nahuas tenían una imagen negativa, quienes jamás descubrían sus cuerpos y calificaban la homosexualidad como amo tlacatl, amo tlacayotl o ayoc tlacayotl (“no humano”, “inhumanidad” o “ya no hay humanidad”). Usaban también la palabra cuiloni (“el que es tomado”) o tecuilonti (“el que lo hace a otro pecando contra natura”).

El castigo para los adúlteros era desnudarlos públicamente para avergonzarlos; después los lanzaban a los ríos o los sacaban de la ciudad para alimento de fieras. Otros eran arrastrados hasta el templo de Itztlacoliuhqui (deidad del pecado, el castigo y las miserias humanas).

Dice la leyenda que Moctezuma Xocoyotzin llegó a tener hasta 3 mil mujeres (esposas, concubinas, hijas de grandes señores para consolidar alianzas, hijas de comerciantes, mujeres comunes y esclavas salvadas por alguna destreza). Nezahualpilli, en Texcoco, más de 2 mil, incluida la principal, aunque sólo con 40 procreó 144 hijos e hijas. “Por mil informes —escribió el historiador y sacerdote toluqueño Ángel María Garibay K. (Historia de la Literatura Náhuatl, Tomo I. Porrúa, 1953)— sabemos que en el viejo Tenochtitlan abundaban las mujeres de placer: llhuianime, como institución casi de estado y que eran para dar solaz y alegría a los guerreros en sus largas temporadas de ocio”, un tema poco estudiado.

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