El pasado 11 de octubre el Senado aprobó la creación de la ley contra el lavado de dinero para limitar y vigilar las operaciones financieras en efectivo en aquellas actividades susceptibles a ser utilizadas por el crimen organizado como las apuestas, las compras de obras de arte, carros blindados, casas y demás. Asimismo se aprobó la Ley Federal Para la Prevención e Identificación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita, que establece como sujetos obligados a las asociaciones a reportar, a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, las donaciones superiores a 200 mil pesos, y en el caso de tarjetas prepagadas a quienes compren por un monto igual o mayor a 40 mil 202 pesos.

La pregunta es: ¿qué tanto dinero representan las ganancias del crimen organizado? Las altas ganancias por el tráfico de estupefacientes a nivel mundial alcanzan los 500 mil millones de dólares, de los cuales 120 mil millones de dólares entran al circuito latinoamericano, donde México obtiene cerca de 30 mil millones de dólares. Como se aprecia son cuantiosas las cantidades disponibles a ser lavadas en el sistema financiero.

La crónica de lavado de dinero es una historia sin fin. El Banco Ambrosiano, donde el Vaticano era el accionista mayoritario fue acusado de lavar dinero de la mafia italiana y de la logia masónica P2. Incluso se sospecha que la muerte extraña de Juan Pablo I, en 1978, obedeció a tal escándalo. En 2000 en España, el juez Baltasar Garzón —quien llevaba el proceso contra BBVA— acusó a la institución bancaria de trasladar fondos ilegales procedentes del narcotráfico hacia paraísos fiscales en el Caribe para operaciones en la región. El FBI afirmó que la compra de Bancomer, con un costo de 2 mil 550 millones de dólares, fue una de las mayores operaciones de lavado de dinero en el sistema financiero mexicano. Igual acusación recaía sobre Citigroup, que adquirió Banamex y cuyo recurso no tenía un origen claro.

En los países de Latinoamérica las autoridades hacendarias, llámese Banco de la Reserva, tanto de Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Colombia, etcétera, son los encargados de lavar dinero. Cuando disminuyen sus reservas monetarias en dólares envían a sus funcionarios a la selva amazónica (ciudad de Leticia) a comprar divisas a bajo precio. Dicha ciudad, ubicada en el triangulo amazónico, es uno de los grandes centros financieros de América Latina, y se constituye como la tierra de nadie o territorio liberado para las operaciones financieras ilícitas. La puesta en marcha de las leyes aprobadas en nuestro país tiene sus propias limitantes. En primer lugar moverá el circuito de lavado de dinero hacia Centroamérica o Sudamérica. El cambio de ruta traerá consigo variaciones en los mecanismos de lavado de dinero, de movimientos internos nacionales a movimientos de capitales internacionales. Los países con leyes flexibles lavarán el dinero y posteriormente éste será trasladado como inversiones directas al sistema financiero mexicano. Las leyes aprobadas no resuelven el problema, sólo mueven los mecanismos de traslado de capital ilícito.

A manera de sumario de sucesos. Ricardo Ravello, autor del libro El narco en México, en 2011 asistía a la presentación de su libro en el marco de la Feria de Libro en Querétaro, y respondiendo a una pregunta de los asistentes, “¿por qué en Querétaro no existe la violencia del narcotráfico que ocurre en otros estados?”, respondió: “efectivamente no hay violencia, pero sí es un centro de lavado de dinero, al igual que Chiapas...” El silencio fue total, no hubo más preguntas.

Investigador del Centro de Estudios Económicos Financieros de la UAQ

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