Son las tres de la tarde, en cada hogar de esta población pinalense, se alista el café de olla, el mole, el arroz, la carne, los frijoles con manteca, los tacos de guisos, las gorditas, el agua fresca y los refrescos para el banquete popular más grande que muchos ojos han mirado, cerca de 5 mil personas, se les brinda de comer y se les da hospedaje gratuito en un lugar conocido como la “casa del huapanguero”, Ahuacatlán de Guadalupe, enclavado en el corazón de la Sierra Gorda de Querétaro.

Durante 24 años el Festival de Huapango, recibe a miles de personas que bailan sin parar hasta el amanecer; el pueblo de Ahuacatlán se deja de diferencias sociales, políticas, personales, para ser anfitriones inolvidables, para convivir con sus visitantes, para narrar historias y para hacer nuevas amistades.

“Quien no traiga bailador aquí le encontramos”, grita Sol Morado, quien aguanta la conducción del evento durante horas y quien ya es parte indiscutible del fenómeno hupanguero.

El evento ha crecido tanto, que la participación de tríos musicales se ha ido seleccionando, y así fue necesario dos días de huapango ante tanta demanda.  “La soledad”, “El Queretano”, “El Querreque”, “Las Tres Huastecas”, ¿no se porque? “pero aquí suenan y se sienten diferente.

Este festival no es un concurso de huapango, es una muestra popular, es una tradición que ya forma parte de la historia y que nos denota la unidad social, la solidaridad y el espíritu de servicio de un pueblo, que se emociona con sus visitantes, que le dice a todas las generaciones que la huasteca queretana sigue viva en el tiempo y el espacio.

Aquí se ven niños, señoras de la tercera edad y jóvenes, que no se cansan de zapatear durante horas; que saben la trascendencia de mantener viva la herencia musical.

Se escucha el sonido local y retumba la quinta huapanguera y el violín, mientras la jarana acompaña su son impregnado de misticismo y así, la gente corre porque ha llegado el momento de bailar y también de ver a todos bailar sobre un tablado que está lustrado para dejar en la historia ese momento.

Son las cuatro de la mañana: la pista sigue ocupada a su máxima capacidad, el zapateado se oye mas fuerte, muchos traen huaraches de llanta, la mayoría porta el sombrero con orgullo, muchos migrantes siguen las transmisiones por internet, se ponen a bailar en su casa, añorando el terruño querido.

Ahuacatlán es un pueblo que vibra cada año de manera peculiar, que sigue dando muestra de lo que la sociedad organizada puede lograr, en donde no existe nada mas que la cordialidad y una unión verdaderamente increíble.

Ahuacatlán de Guadalupe en Pinal de Amoles Querétaro; ha dado la muestra de que la sociedad organizada puede romper cualquier paradigma; que el Gobierno si es importante, pero lo es mas la propia ciudadanía, que es capaz de lograr hasta lo imposible.

En este hermoso lugar se vive el Festival de una manera extraordinaria, en donde los músicos añoran tocar y cantar, en este pueblito Ahuacatlan, la tierra de las Lupitas, donde
pregonan sus huapangueros.

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