Hace algunas semanas compartía una reflexión sobre el poder de la participación ciudadana, del comportamiento tan ejemplar de aquellos que se integran a la vigilancia de los programas públicos a través de los comités de contraloría social. También resaltaba mi participación como jurado del premio nacional de contraloría social en su etapa estatal y relataba del mismo modo lo positivo de esta experiencia. La evaluación de estos comités y el pasado 28 de agosto, día del abuelo en México, motivaron las líneas de esta semana #DesdeCabina.
A lo largo de mi trayectoria profesional he tenido la fortuna de trabajar con personas de una inconmensurable experiencia, lo mismo altos ejecutivos de gobierno estatal o federal, empresarios, extranjeros, diplomáticos, emprendedores o ciudadanos comunes cuya vida de trabajo y aportaciones no parece tener límite en el tiempo; su energía, sus ganas de seguir aprendiendo, su humildad y sobre todo su ánimo de compartir y colaborar, han sido las características más relevantes de todos ellos sin excepción.
El que existan ciudadanos y organizaciones que aprovechan la experiencia de los adultos mayores es admirable y sobre todo inteligente. Hoy por fortuna es más frecuente leer o escuchar noticias de organizaciones empresariales, sociales y gubernamentales inclusive, que contratan o retienen a personas que ya se encuentran en edad de retiro y plantean esquemas para aprovechar su experiencia, para transmitirla y para inspirar con su modo de trabajo y con su ejemplo, a otros. Me sorprendió sobre manera leer una nota de una compañía de café —que incluso ha sido cuestionada por algunas prácticas comerciales— que inauguró una sucursal enteramente atendida por personas de la tercera edad. Otro caso, aquí en Querétaro inclusive, es el de una compañía fabricante de componentes para electrodomésticos, que ha contratado adultos mayores en su plantilla de operadores. Los comentarios recibidos en ambos casos, lejos de mostrar dudas o cuestionamientos, despiertan admiración, una en favor de las empresas y la otra con el reconocimiento al interés —o incluso necesidad— de estos trabajadores por seguir siendo útiles.
Un ejemplo de especial admiración es Doña Lupita, una dama con más de 80 años que ha pasado los últimos 8 años de su vida con una participación ciudadana digna de reconocer. La Sra. Lupita es la presidenta del comité de contraloría social de un proyecto público para la modernización de la planta de tratamiento de agua del municipio de corregidora y zonas aledañas. Esta admirable octogenaria ha dirigido este comité integrado por personas igual de comprometidas que ella, muchos profesionales y expertos, en una variedad de especialidades, que se han puesto al servicio de sus vecinos y comunidades, para la vigilancia de la ejecución de los recursos públicos que demanda el proyecto. Doña Lupita camina y se reúne, toca puertas, convoca reuniones vecinales y gestiona con apasionamiento para salvaguardar el adecuado ejercicio de cientos de millones de pesos en favor del bien común, provocando con su compromiso y energía que los demás la sigan y se comprometan por igual, es un ejemplo vivo de compromiso y dedicación, de seguir siendo útil a los demás sin importar la edad.
El ejemplo de Doña Lupita, combinado con el interés y visión de las organizaciones por aprovechar la experiencia de los adultos mayores, esta permitiendo que estos seres increíbles, trabajadores más que calificados, sigan participando en actividades productivas, compartiendo su conocimiento y enriqueciendo la vida de otros. El reconocimiento y admiración total a ambos.
Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR