Hay que ser absolutamente modernos, decían. En el futuro todo irá bien, decían. Modernizar es la palabra mágica de nuestros gobernantes. Si hay algún problema, la solución es fácil: tenemos que modernizar.

Y al grito de “a modernizar este país”, nuestros funcionarios van con ahínco todos los días a sus oficinas para desquitar sus modernos sueldos ¿Algo no funciona? Pues la solución es fácil: modernícelo.

Quien sabe que signifique eso para el gobierno, pero la solución es modernizar. Hay que ser absolutamente modernos, criticaba poéticamente Rimbaud esta postura. La modernidad como el gran mito occidental.

En un gobierno que vive bajo el embrujo de los hábitos de la gente altamente efectiva, que saben qué hacer cuando les han robado su queso y se sienten como el vendedor más grande del mundo y tienen el mundo a sus pies, modernizar cualquier cosa no es problema.

Nuestros nuevos funcionarios creen que entienden al pueblo porque han leído un resumen ejecutivo de El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz y La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. También saben que existe la Presidencia Imperial, de Enrique Krauze y han leído La Biblia, aunque no toda, como el presidente Enrique Peña Nieto.

Absolutamente modernos son los que rigen los destinos administrativos .Y bajo el embrujo modernista, cuando la situación del transporte estaba al borde del precipicio, decidieron dar un paso al frente y decidieron modernizarlo. Y así, la semana pasada, el transporte público entró en la era modernizadora y cayó al vacío.

¿Nuestros funcionarios públicos usan transporte público? Evidentemente no. Pero en su lógica modernizadora no es necesario conocer el estado de la cuestión ni pensar de manera científica. Absolutamente modernos, los funcionarios decidieron que el pensamiento mágico era más eficiente y la mejor manera de mejorar era pintar de naranja los camiones, instalar tarjetas de prepago, quitar rutas al azar y crear nuevas frases.

Pero la terca realidad se les estrelló de frente. Las imágenes que circularon en redes sociales mostraban que su proyecto era más bien premoderno. Patrullas como transporte público, enormes filas para esperar un camión, protestas en las principales calles.

Y así, Querétaro fue nota nacional por su transporte público. No por lo moderno, sino por lo premoderno. Esta administración ha confundido lo grandioso con lo grandote. Hoy, RedQ es víctima de su mito modernista y de sus ineficaces planteamientos.

Dicen que todo es parte del complejo del mexicano que se resiste al cambio. Ahora resulta que el fracaso de la primer semana de RedQ es culpa del ciudadano de a pie por no ser absolutamente moderno. ¡Vaya, vaya! Al paso que van, junto con las nuevas rutas de RedQ, van a empezar a repartir libros de Og Mandino para modernizarnos.

Pero el transporte no es lo único que quieren modernizar. Nos han prometido que van a modernizar la situación de la industria petrolera. Y tan moderna es su propuesta que pretenden regresar la situación anterior de 1938. ¡Qué moderno resultó este gobierno!

Aunque, si como modernizaron el transporte los priístas quieren modernizar la industria petrolera, ¡vaya desastre nos espera!

Periodista y sociólogo. Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ. Director del semanario universitario Tribuna de Querétaro

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