No sé si alguna vez les ha ocurrido a ustedes, que en familia o entre amigos, la plática deriva en la charla de historias de misterio, en especial cuando se habla de construcciones muy antiguas o abandonadas que más tarde o temprano se hacen acreedoras de ciertas leyendas. Seguramente la mayoría tenemos recuerdos de lugares que siempre llamaron nuestra atención por estar abandonados y se prestaron para vivir en ellos una aventura digna de ser compartida. Esos lugares siempre pueden despertar en nosotros sentimientos y emociones encontradas que nos llevan a preguntarnos el por qué, cuándo y cómo sufrieron el abandono.

Cuando observo dicha situación desde un enfoque de realidad cotidiana, me pregunto sobre la enorme capacidad de deterioro que tanto el tiempo y el polvo logran en cualquier construcción hecha por la mano del hombre. A veces, se parecen tanto a la gente en general. La soledad y el abandono propician un deterioro imperdonable que en ocasiones llega a tales extremos, que puede terminar siendo irremediable.

Tal vez es interesante que, como se ve en esta imagen, tanto las edificaciones como las personas, tengan el encanto de ese halo de misterio que les acompaña, pero siempre será mejor evitar que la desolación haga de las suyas. Para las primeras puede estar la restauración como una solución, pero para las segundas habrá que tener a la mano la generosidad, la sonrisa y la solidaridad para darle sentido y razón de ser a la vida, también en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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