Después de caminar por un largo trecho la sorpresa fue inminente, no sólo por su vívido color aúrico que destacaba entre el paisaje, sino por la forma sinuosa de su estructura que abrazaba la superficie de la que se había prendido. Cada uno de los amates amarillos que fuimos encontrando destacaba por su particular belleza y por la historia que sus raíces iban entramando en la roca. Pero esto fue uno de los múltiples hallazgos a lo largo del camino, ya que cada paso revelaba una pequeña maravilla: el rastro que dejaban las semillas de colorín, el sonido de un cardenalito, mariposas que revoloteaban, una gota de resina de copal que resaltaba en el suelo, los ruidos inesperados entre los árboles que anunciaban un animal corriendo. Todo esto es tan sólo un breve recuerdo de lo que podía ver uno al caminar un momento por el bosque de Tepoztlán. Sin embargo, este panorama ha cambiado por completo desde que comenzó un incendio forestal que se esparció y arrasó con 350 héctareas desde el 11 de abril.

Aunque el fuego en Tepoztlán ya está casi controlado por completo, los daños a los ecosistemas del lugar apenas empiezan a comprenderse. Los habitantes del lugar han hecho muchos esfuerzos por apoyar a brigadistas, elementos de protección civil y del ejército que han acudido a la zona para controlar el fuego y dar ayuda a los animales que fueron rescatados. Muchas de las especies que viven ahí probablemente huyeron al inicio del incendio, pero la destrucción de su hábitat y el desplazamiento que sufrieron a causa de este desastre los pone en un riesgo inminente. Por otro lado, la cantidad de árboles y plantas que se perdieron en el incendio tardarán años en recuperarse.

Desgraciadamente, el bosque de Tepoztlán no es el único caso de incendio forestal en México. Al día de hoy, 73 incendios forestales arrasan con ecosistemas enteros en todo el país. La Comisión Nacional Forestal ya había advertido a inicios de este año sobre el aumento del riesgo en el número y la intensidad de estos fuegos para el 2021 dadas las condiciones de sequías atípicas provocadas por el fenómeno meteorológico La Niña. Sin embargo, parece que no cobramos suficiente atención de estas tragedias hasta que llegan a ocurrir en lugares cercanos o que cobran mayor relevancia mediática. Tan sólo en Chiapas se reportan 11 incendios forestales activos que han arrasado con más de 1,600 hectáreas de bosques, sin embargo esos incendios no han acaparado la suficiente atención social.

Cuando uno se pregunta por las causas de estos desastres naturales no se puede dejar de lado la responsabilidad de la acción humana. No sólo en lo concerniente a cómo se originan muchos de estos incendios forestales en la actualidad, ya que la mayoría son producto de quemas agropecuarias que se salen de control, sino por los efectos del calentamiento global que aumentan el riesgo y la intensidad de estos fuegos. En unos días dejaremos de hablar de Tepoztlán y dejará de ser noticia dado que el incendio ya ha sido controlado, sin embargo, todo el tiempo y esfuerzo que requerirá la recuperación de este ecosistema serán, muy probablemente, ignorados.

Cada uno de estos incendios forestales representa una tragedia. La pérdida de ecosistemas enteros, de vida silvestre, de árboles y plantas. Tan sólo el amate amarillo tarda años en crecer. Esta semana perdimos siglos de vida. El fuego en Tepoztlán ya está controlado, pero 73 tragedias siguen arrasando en el país.

Directora Ejecutiva de Impunidad Cero

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