Hace ya 24 años Tim Berners-Lee lanzó en el CERN la tecnología Web al publicar la primera página que consistía en información sobre el proyecto World Wide Web, que inicialmente tenía el interés de conformar una red de distribución de documentos y archivos para la misma institución que patrocinó su manufactura y ni su mismo creador se imaginó el éxito que alcanzaría.

La Web inmediatamente se tornó en una de las aplicaciones más populares de la red. Ipso facto se volvió un sistema universal de comunicación y gran cantidad de usuarios empezaron a compartir información bajo ese protocolo, aunque la mayoría de sus usuarios manejaran equipos de cómputo que trabajaban con sistemas operativos distintos: Unix, Linux, Windows o macOS.

A pesar del avance de la Web, lo cierto es que la interfaz de usuario, es decir lo que visualizaban las personas frente a sus equipos, aún estaba conformada por puro texto y era una herramienta de interés para nerds, hackers, expertos e investigadores.

Pero eso cambió poco después de lanzada oficialmente la Web, cuando Marc Andreessen y Eric Bina la descubrieron y se dieron a la tarea de confeccionar el navegador Mosaic, que permitió incluir imágenes y desplazarse entre hiperlinks con un solo clic sobre los enlaces. Dos años después, los creadores de Mosaic lanzaron Netscape, que de inmediato se tradujo en el medio que sacó a la red de los cubículos universitarios y dio paso a la primera masificación de internet.

En 1995, en vista de que el Muro de Berlín había caído años antes y concluía la guerra fría, se dio otro paso importante: la National Science Foundation decidió retirarse de la red, dando luz verde a que cualquiera se conectara a la misma. A partir de ese año, millones de personas se volcaron a ese nuevo e infinito continente alimentando el afán mercantil que condujo a ver a la red como una verdadera mina de oro.

A fines de la última década del siglo XX empezaron a surgir sitios propios de la Web 2.0, redes sociales que se popularizaron en los primeros años del siglo XXI y que fueron las que condujeron a la segunda e intensa masificación de la red. La Web 2.0 fue un paso más avanzado de la Web de Berners-Lee.

A diferencia de la primera Web, la 2.0 ya no fue una herramienta solo de lectura y de consulta, ya que no se necesitaba ser un programador en código html para publicar contenidos. De esa forma, lo que hasta hacía poco tiempo antes era un espacio de lectura se pasó a convertir en una plataforma de publicación abierta a cualquiera con conexión a internet.

Pero un corto lapso fue suficiente para que la versión 2.0 de la Web echara por la borda varias ideas de quienes la habían promovido: que era la vía que permitiría acabar con los monopolios, que en su lugar existirían múltiples servicios caracterizados por garantizar a los usuarios el pleno manejo de sus datos.

Pronto se desmintieron varias cuestiones de los promotores de la nueva etapa de la Web: que todas las empresas se popularizarían en la red, que se romperían geográficamente las cadenas de valor, que se generaría una auténtica e imparable globalización de los pequeños negocios y se consolidaría un piso parejo para que todos los emprendedores compitieran en plena igualdad.

Con la nueva Web el mundo digital se volvió accesible a cualquier empresa, pero la visibilidad la alcanzaban unas cuantas. Con la Web 2.0 han surgido ogros digitales como Facebook, Alphabet-Google y Amazon, que están entre las cinco empresas más grandes del orbe, que establecen taxativas a la innovación, erosionan otras fuentes de acceso a los contenidos y son las únicas vías informativas para el grueso de usuarios de la red, lo que debe obligar a los gobiernos del orbe a frenar el monopolio que detentan dichas empresas, cuestiones que por cierto nunca se imaginó Berners-Lee que pudieran surgir en el ciberespacio.

Periodista y escritor especializado en cibercultura. @tulios41

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