¿Seremos ciudadanos lo suficientemente maduros para aceptar las diferencias entre las opciones electorales que veremos el siguiente año?, como pocos, 2018 se antoja quizá el más polarizado en la historia reciente, más aún, quizá, que el 2006 en donde hubo incluso familias que terminaron separadas ante el encono de votar o no por un candidato presidencial.

Los discursos radicales fluyen bien y venden bien en un ambiente meritorio de justicia social, por ejemplo, para los millones de norteamericanos que perdieron oportunidades de empleo, salud, educación y beneficios que en algún tiempo gozaron, Donald Trump se convirtió en una opción viable para satisfacer sus demandas, no importaba lo que la élite podía considerar irrisorio o desquiciante en sus propuestas, para millones el discurso radical tenía sentido.

Aunque discursos e ideas similares sacudieron gran parte de Europa, en pocos países, verdaderamente, hubo un eco en las urnas, al final se impuso la serenidad y la madurez de ciudadanías pensantes que pudieron caer en la reflexión antes que en la víscera.

Sin embargo, muchas de estas ciudadanías también gozan de beneficios que para México serían utópicos, buenos hospitales, seguridad y algo raro, muy raro: integridad en sus gobernantes, podrán estar en la cúspide del Estado personas ajenas a la preferencia de una parte del electorado, pero éste las respeta y espera, al final, que les vaya bien en su mandato, porque si a ellos les va bien a todo el país le va bien.

Sí, es algo tan básico como ser eficientes y ser honestos, tan fácil allá y tan iluso, por complicado, aquí, obviamente, sin desacreditar para nada las teorías y las muestras de una sociedad global que en general tiene un dejo de descofianza al Estado en general, lo que pasa en las sociedades desarrolladas no se comparan a lo que sufrimos en México.

Aquí estamos, y con toda justificación y legitimidad, peleados con el gobierno, aquí nos roban, aquí les valemos madre al grado de haber abandonado la protección más elemental de los ciudadanos, aquí cada quién se rasca como puede y por eso pueden prosperar cuál hongos los discursos radicales.

Lejos de que las actuales propuestas de los candidatos a la Presidencia suenan a veces pueriles y otras veces ya francamente ridículas, queda el tema pendiente de la polarización en una sociedad como la mexicana, donde, evidentemente, hay un justo reclamo a un gobierno que ha dado la espalda, por ineficiencia o de plano por franca negligencia, durante muchas administraciones a los problemas más relevantes del país.

El hartazgo puede llevarnos al caos y temo que no estamos preparados para las radicalizaciones que se nos vienen encima, ojalá me equivoqué y demostremos que somos ciudadanos mayores de edad.

DE COLOFÓN.— Hay, más o menos, 30 millones personas de fe de alguna iglesia cristiana en México, a lo sumo el PES le aporta a Morena un millón. La fe no se vota ni se vende como si fuera sindicato charro.

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