En la Plaza Virtual, 142 intelectuales serios, hombro con hombro, levantaron las pistolas y mientras uno enunciaba los pecados por una bocina, los 142 descargaron a un tiempo los proyectiles sobre el culpable, Jalife –a cada pecado enunciado una descarga.

Homófobo. Pum. Lépero. Pum. Misógino. Pum. Antisemita. Pum.

Jalife, vestido de dandy, traje azul con rayas blancas, sombrero negro de alas anchas, fue recibiendo los impactos de pintura negra, violeta, azul, verde, y en las gradas el público esperó que el minuto de las acusaciones acabara, para lanzarse sobre el ajusticiado, alzando sus propias armas. Martillos. Más pistolas. Una daga. Una triste resortera.

Primer regla de Tuiter. Usuario acribillado, será más acribillado.

Duro, duro, gritaban los tuiteros. Muerte, muerte, muerte.

En la realidad paralela del mundo físico, el señor Godínez tecleaba en su celular: duro, mátenlo, ke no kede ni su sombrero de alas anchas, ja ja ja.

Jalife pintado de colores corrió perseguido por la multitud por una calle a buscar resguardo. De pronto una mano lo jaló dentro de un garaje oscuro. Era un hombre moreno, de testa rapada y ojos incisivos. El Mariachi Ninja.

—Mira qué fortuna la tuya– le susurró al oído. —Tus enemigos son mis enemigos. Ellos son los intelectuales con dueño. Los que han cobrado al erario o a las televisoras, o a ambas, desde hace décadas. Nosotros los youtuberos sin patrocinador cobraremos tu venganza.

—¿Cuándo? —preguntó Jalife esperanzado.

—¡Ahora!

Segunda regla de Tuiter. En las guerras de las redes sucede lo que en todas las guerras y en los incendios. Se sabe cómo empiezan, nunca se sabe cómo acabarán.

8 youtuberos estelares salieron a un tiempo por 8 puertas, seguido cada uno por sus miles de leales seguidores.

El avatar del señor Godínez (Guerrero de las redes) vio la horda cruzar a su lado y decidió cambiar de bando y unírseles. Total, no sabía ni quiénes eran los 142 intelectuales serios ni quién era el tal Jalife.

Entró con la horda vengadora a un callejón gritando lo que ellos gritaban —duro, duro, duro, muerte, muerte, muerte—.

En el restaurante virtual Prendes, a una mesa larguísima, los 142 intelectuales serios festejaban su triunfo muy orondos, chocando las copas de vino tinto virtual. No la vieron venir, la marejada de proyectiles e insultos.

Chayoteros. Pum. Balines. Pum. Televisos. Poc. Operación Berlín. Plaz. Tu madre. Pom. La tuya. Zac.

Krauze fue el más tiznado: de pie, terminó de color negro y con tres espadas atravesadas en el vientre.

Tercera regla de Tuiter. Al contrario de lo que ocurre en el mundo real, en Tuiter mientras más poderoso eres, más vulnerable.

El Guerrero de las Redes le acercó a Krauze la pistola entre los ojos.

—Acá mueres Kraume —susurró.

—Krauze –lo corrigió Krauze, indignado—, el nombre es Krauze.

—¡Alberto Godínez! ¡Inmediatamente te sientas a comer! ¡No soy tu sirvienta!

El Guerrero de las redes bajó la pistola y en la realidad real donde se llamaba Alberto Godínez y estaba en su dormitorio, bajó la cabeza:

—Sí, mi amor —respondió. —Ahí voy. No te enojes.

Llegó así, cabizbajo al comedor.

—¡Deja ese celular en el cuarto!—le advirtió su temible esposa. —¡Acá no se come y se tuitea!

—Sí, mi amor –dijo Godínez poniendo sobre la mesa el celular.

—Seat! –le gritó su temible cónyuge, como si fuera un perro. —¿A quién linchaste hoy? –le preguntó más amorosa.

—A dos tipos. Un señor llamado Ife y otro llamado Kraume.

El Mariachi Ninja saltó de la azotea de un edificio a la azotea siguiente y luego se dejó caer 15 pisos abajo mientras su paracaídas tronaba al abrirse en el aire. Sería una jornada tremenda, se prometió a sí mismo. El principio del fin de la era de los intelectuales neoliberales. Los con dueño.

Por su parte los 142 intelectuales serios tienen cita en el Colegio Nacional, para recalcular estrategias.

¿Y Jalife, el motivo de la guerra?

Jalife feliz, convertido en ídolo de los sin dueño y trending topic número 25 a escala mundial aquella jornada que le amaneció aciaga y le anocheció gloriosa.

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